domingo, 3 de junio de 2012

S.O.S Europa. Orgullo y prejuicio

La de Madrid no es una crisis a primera vista. Las extintas villas miseria que fueron reemplazadas por barrios florecientes o por polígonos industriales en menos de tres décadas; la sólida red de transporte, envidiable hasta para París, Berlín o Londres, y un nivel de limpieza digno de un pueblo de cuento de hadas logran, todavía, acorralar el pesimismo y la desazón.

Pero la ilusión se desvanece frente al rigor de las estadísticas: que una de cada cuatro personas carezca de empleo es motivo suficiente para dejar rengo, desde el inicio a cualquier retrato que pueda hacerse hoy de la realidad madrileña. Un simple recorrido en coche por el Paseo de la Castellana es una tentadora, aunque simplista, metáfora de la Madrid azotada por los recortes. El lustro que siguió al pinchazo de la burbuja inmobiliaria desinfló también las arcas municipales, cuya sequía dejó huellas en el pavimento. Y esas grietas -pequeños y medianos baches- que también se extienden por las rutas nacionales y regionales de todo el país, podrían transformarse en algo más que un detalle ilustrativo.

La figura sobre el deterioro de las condiciones de vida muestra otra de sus caras en las entrañas de la capital española. En la red de subterráneos, el abono de 10 viajes (el más popular), que también incluye a los colectivos, se disparó de 9,30 a 12 euros. Este y otros aumentos, en un contexto de recesión ingobernable, sólo parecen asegurar el ascenso de la tasa de pobreza. Según Cáritas, este indicador se sitúa entre un 10 y 15 %. Se hace cada vez más visible en los comedores de la institución, donde ya no es tan extraño encontrarse con ciudadanos pertenecientes, hasta hace poco, a la castigada clase media española.

La crisis también se percibe en las fachadas de los comercios. Donde antes había librerías, talleres de marcos o boutiques, ahora una hay un solo tipo de negocio, con un único nombre para designar su actividad: Alimentación. Se trata de los locales instalados por inmigrantes, en su mayoría chinos, que ya superan los 3000 en Madrid y sus alrededores. El número es muy superior a las 350 casas de empeño y compraventa de oro que florecieron en el centro de la ciudad gracias a quienes tuvieron que desprenderse de sus últimas reservas de valor y orgullo. Echa luz a la tendencia hacia la depreciación del nivel de vida que motivó el surgimiento de los indignados, ese movimiento que dice no tener líderes, del mismo modo que la crisis no quiere tener culpables.

Aunque, en el caso de los manifestantes de Puerta del Sol, también hay razones adquiridas por la vida en la ciudad que evita mostrarse marchita. Porque no quiere perder ese orgullo que no se empeña ni se vende, aun en la peor de las crisis.

Fuente: La Nacion Revista

Link: http://www.lanacion.com.ar/1478480-sos-europa

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domingo, 3 de junio de 2012

S.O.S Europa. Orgullo y prejuicio

La de Madrid no es una crisis a primera vista. Las extintas villas miseria que fueron reemplazadas por barrios florecientes o por polígonos industriales en menos de tres décadas; la sólida red de transporte, envidiable hasta para París, Berlín o Londres, y un nivel de limpieza digno de un pueblo de cuento de hadas logran, todavía, acorralar el pesimismo y la desazón.

Pero la ilusión se desvanece frente al rigor de las estadísticas: que una de cada cuatro personas carezca de empleo es motivo suficiente para dejar rengo, desde el inicio a cualquier retrato que pueda hacerse hoy de la realidad madrileña. Un simple recorrido en coche por el Paseo de la Castellana es una tentadora, aunque simplista, metáfora de la Madrid azotada por los recortes. El lustro que siguió al pinchazo de la burbuja inmobiliaria desinfló también las arcas municipales, cuya sequía dejó huellas en el pavimento. Y esas grietas -pequeños y medianos baches- que también se extienden por las rutas nacionales y regionales de todo el país, podrían transformarse en algo más que un detalle ilustrativo.

La figura sobre el deterioro de las condiciones de vida muestra otra de sus caras en las entrañas de la capital española. En la red de subterráneos, el abono de 10 viajes (el más popular), que también incluye a los colectivos, se disparó de 9,30 a 12 euros. Este y otros aumentos, en un contexto de recesión ingobernable, sólo parecen asegurar el ascenso de la tasa de pobreza. Según Cáritas, este indicador se sitúa entre un 10 y 15 %. Se hace cada vez más visible en los comedores de la institución, donde ya no es tan extraño encontrarse con ciudadanos pertenecientes, hasta hace poco, a la castigada clase media española.

La crisis también se percibe en las fachadas de los comercios. Donde antes había librerías, talleres de marcos o boutiques, ahora una hay un solo tipo de negocio, con un único nombre para designar su actividad: Alimentación. Se trata de los locales instalados por inmigrantes, en su mayoría chinos, que ya superan los 3000 en Madrid y sus alrededores. El número es muy superior a las 350 casas de empeño y compraventa de oro que florecieron en el centro de la ciudad gracias a quienes tuvieron que desprenderse de sus últimas reservas de valor y orgullo. Echa luz a la tendencia hacia la depreciación del nivel de vida que motivó el surgimiento de los indignados, ese movimiento que dice no tener líderes, del mismo modo que la crisis no quiere tener culpables.

Aunque, en el caso de los manifestantes de Puerta del Sol, también hay razones adquiridas por la vida en la ciudad que evita mostrarse marchita. Porque no quiere perder ese orgullo que no se empeña ni se vende, aun en la peor de las crisis.

Fuente: La Nacion Revista

Link: http://www.lanacion.com.ar/1478480-sos-europa

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