martes, 19 de junio de 2012

La cultura sí es negocio

Desarrollo Económico acaba de presentar un proyecto de desarrollo inmobiliario en una zona crítica para el patrimonio, justificándolo como Distrito de las Artes. Buenos beneficios, pocas exigencias.


Hay momentos en que hay que hacer una pausa y saludar el ingenio ajeno a la hora de inventar negocios. A quienes acusan al actual gobierno de esta ciudad de falta de imaginación, de visión corta, no entienden que las energías no se enfocan a la administración pública o al bien común. Buenos Aires es un gran campo de negocios y, como capitanes de la industria, ellos saben verlos.

Una prueba de que sí hay visión es el proyecto de ley de Promoción de Actividades Artísticas que el Ministerio de Desarrollo Económico acaba de enviar a la Legislatura porteña. El título puede entusiasmar, pero el texto revela que se trata de una herramienta para crear un negocio inmobiliario en un sector del sur porteño.

El perímetro que abarca el proyecto como “Distrito de las Artes” es grande: Regimiento de Patricios, Pi y Margall, Piedras, Martín García, Tacuarí, San Juan, Huergo, Elvira Rawson de Dellepiane, el frente de la Dársena Sud y la ribera norte del Riachuelo. El sector incluye una dosis masiva de piezas patrimoniales, pero el proyecto no menciona la palabra “patrimonio” ni siquiera una vez.

Lo que busca esta ley es dar ventajas impositivas a quienes instalen sedes donde se impulse “la formación, creación, producción, gestión y difusión de obras artísticas. En párrafos aparte se explicita que también se incluye “la comercialización” de estas obras y la venta de servicios e insumos para esas actividades.

A partir del artículo cuarto el proyecto empieza a mostrar su verdadera alma. Los destinatarios son quienes “realicen inversiones a través de la compra o locación de inmuebles en el Distrito de las Artes”, “realicen ampliaciones, reformas o refacciones” o simplemente inviertan en emprendimientos que hagan algo de todo esto. Quienes entran en esta categoría pasan a ser Desarrolladores de Infraestructura Artística, con mayúsculas en el original. Las entidades educativas y quienes tengan “estudios de artistas” –definidos con gran amplitud como edificios residenciales “con facilidades de uso común para la realización de actividades promovidas”– también serán incluidos.

El capítulo II del proyecto entra en detalles y por fin le da vela en el entierro al Ministerio de Cultura. La vela es corta, la de compartir la responsabilidad de crear un Registro del Distrito de las Artes que conceda el papelito necesario para lograr “los beneficios de la presente ley”. Estos beneficios dependen de la “facturación, superficie ocupada, cantidad de empleados y/o masa salarial”, lo cual indica que la movida no es para artistas que empiezan ni bohemios de bohardilla.

De hecho, hay que acreditar que uno compró o alquiló un edificio dentro del distrito, presentar un proyecto de reforma o refacción, presentar un plan de negocios y presentar un inversor, si es diferente al emprendedor. Quien cumpla con todo esto recibirá una exención de diez años al Impuesto a los Ingresos Brutos por sus negocios en el Distrito. Es más, podrán descontar un 25 por ciento de lo que invirtieron en el Distrito de los Ingresos Brutos a pagar por otros negocios en la ciudad. Y si gastan más en la obra de lo que pagan por ese impuesto, pueden guardárselo como crédito para el futuro.

Para quien se extrañe con que el macrismo sea tan liberal con su impuesto favorito, y recuerde que incumplió la creación del Fondo del Patrimonio para no derivar impuesto, va un aviso: el total a perder es el 1,10 por ciento del total de Ingresos Brutos del año. Al cubrirse esa cifra, se cierra el chorro. Pero hay compensaciones, como que hay dos años para disfrutar del beneficio sin necesidad de iniciar actividades y que no se paga el aburrido y ahora caro Alumbrado, Barrido y Limpieza por diez años a partir de que se sancione la ley. Por si no alcanza, tampoco se pagará por ese lapso el derecho de delineación y construcciones para los edificios incluidos en el distrito.

El capítulo V de la ley agrega un caramelo adicional, el de financiar actividades en los emprendimientos del distrito con dinero público. Quienes tengan esta chapa podrán destinar hasta 10 por ciento de sus pagos de Ingresos Brutos o si son pequeños contribuyentes y hasta el cinco si son grandes. Y si hacen esas actividades en la Usina de las Ideas, la ex Usina de la Música que ilustra la tapa, todos podrán descontar el diez por ciento, más allá del tamaño.

La autoridad de aplicación del proyecto es apenas el Ministerio de Desa-rrollo Urbano, que según parece sabe más de cultura que el de Cultura. Los castigos son, como siempre en el macrismo, blandos: pérdida de los beneficios, baja del registro, inhabilitación para volver a pedirlos. Y en el único lugar donde la ley se pone un poquito específica, el capítulo IV, se nota la complacencia de toda la idea. Este breve capítulo habla de los estudios de artistas y los define como edificios con un mínimo de cinco unidades funcionales o residenciales. Estos edificios tendrán que tener un treinta por ciento de residentes o usuarios comerciales relacionados con actividades artísticas. Y, recordando el párrafo anterior, tiene que haber áreas comunes de uso para artistas, lo que en resumen se puede entender como un edificio común y corriente con amenities pictóricas.

Así como es notable que un proyecto inmobiliario como éste en la zona sur no mencione siquiera el patrimonio edificado al que afectará, es notable que pida tan poco para conceder tanto a los empresarios.

Fuente: Pagina 12

Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/m2/10-2300-2012-06-16.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

martes, 19 de junio de 2012

La cultura sí es negocio

Desarrollo Económico acaba de presentar un proyecto de desarrollo inmobiliario en una zona crítica para el patrimonio, justificándolo como Distrito de las Artes. Buenos beneficios, pocas exigencias.


Hay momentos en que hay que hacer una pausa y saludar el ingenio ajeno a la hora de inventar negocios. A quienes acusan al actual gobierno de esta ciudad de falta de imaginación, de visión corta, no entienden que las energías no se enfocan a la administración pública o al bien común. Buenos Aires es un gran campo de negocios y, como capitanes de la industria, ellos saben verlos.

Una prueba de que sí hay visión es el proyecto de ley de Promoción de Actividades Artísticas que el Ministerio de Desarrollo Económico acaba de enviar a la Legislatura porteña. El título puede entusiasmar, pero el texto revela que se trata de una herramienta para crear un negocio inmobiliario en un sector del sur porteño.

El perímetro que abarca el proyecto como “Distrito de las Artes” es grande: Regimiento de Patricios, Pi y Margall, Piedras, Martín García, Tacuarí, San Juan, Huergo, Elvira Rawson de Dellepiane, el frente de la Dársena Sud y la ribera norte del Riachuelo. El sector incluye una dosis masiva de piezas patrimoniales, pero el proyecto no menciona la palabra “patrimonio” ni siquiera una vez.

Lo que busca esta ley es dar ventajas impositivas a quienes instalen sedes donde se impulse “la formación, creación, producción, gestión y difusión de obras artísticas. En párrafos aparte se explicita que también se incluye “la comercialización” de estas obras y la venta de servicios e insumos para esas actividades.

A partir del artículo cuarto el proyecto empieza a mostrar su verdadera alma. Los destinatarios son quienes “realicen inversiones a través de la compra o locación de inmuebles en el Distrito de las Artes”, “realicen ampliaciones, reformas o refacciones” o simplemente inviertan en emprendimientos que hagan algo de todo esto. Quienes entran en esta categoría pasan a ser Desarrolladores de Infraestructura Artística, con mayúsculas en el original. Las entidades educativas y quienes tengan “estudios de artistas” –definidos con gran amplitud como edificios residenciales “con facilidades de uso común para la realización de actividades promovidas”– también serán incluidos.

El capítulo II del proyecto entra en detalles y por fin le da vela en el entierro al Ministerio de Cultura. La vela es corta, la de compartir la responsabilidad de crear un Registro del Distrito de las Artes que conceda el papelito necesario para lograr “los beneficios de la presente ley”. Estos beneficios dependen de la “facturación, superficie ocupada, cantidad de empleados y/o masa salarial”, lo cual indica que la movida no es para artistas que empiezan ni bohemios de bohardilla.

De hecho, hay que acreditar que uno compró o alquiló un edificio dentro del distrito, presentar un proyecto de reforma o refacción, presentar un plan de negocios y presentar un inversor, si es diferente al emprendedor. Quien cumpla con todo esto recibirá una exención de diez años al Impuesto a los Ingresos Brutos por sus negocios en el Distrito. Es más, podrán descontar un 25 por ciento de lo que invirtieron en el Distrito de los Ingresos Brutos a pagar por otros negocios en la ciudad. Y si gastan más en la obra de lo que pagan por ese impuesto, pueden guardárselo como crédito para el futuro.

Para quien se extrañe con que el macrismo sea tan liberal con su impuesto favorito, y recuerde que incumplió la creación del Fondo del Patrimonio para no derivar impuesto, va un aviso: el total a perder es el 1,10 por ciento del total de Ingresos Brutos del año. Al cubrirse esa cifra, se cierra el chorro. Pero hay compensaciones, como que hay dos años para disfrutar del beneficio sin necesidad de iniciar actividades y que no se paga el aburrido y ahora caro Alumbrado, Barrido y Limpieza por diez años a partir de que se sancione la ley. Por si no alcanza, tampoco se pagará por ese lapso el derecho de delineación y construcciones para los edificios incluidos en el distrito.

El capítulo V de la ley agrega un caramelo adicional, el de financiar actividades en los emprendimientos del distrito con dinero público. Quienes tengan esta chapa podrán destinar hasta 10 por ciento de sus pagos de Ingresos Brutos o si son pequeños contribuyentes y hasta el cinco si son grandes. Y si hacen esas actividades en la Usina de las Ideas, la ex Usina de la Música que ilustra la tapa, todos podrán descontar el diez por ciento, más allá del tamaño.

La autoridad de aplicación del proyecto es apenas el Ministerio de Desa-rrollo Urbano, que según parece sabe más de cultura que el de Cultura. Los castigos son, como siempre en el macrismo, blandos: pérdida de los beneficios, baja del registro, inhabilitación para volver a pedirlos. Y en el único lugar donde la ley se pone un poquito específica, el capítulo IV, se nota la complacencia de toda la idea. Este breve capítulo habla de los estudios de artistas y los define como edificios con un mínimo de cinco unidades funcionales o residenciales. Estos edificios tendrán que tener un treinta por ciento de residentes o usuarios comerciales relacionados con actividades artísticas. Y, recordando el párrafo anterior, tiene que haber áreas comunes de uso para artistas, lo que en resumen se puede entender como un edificio común y corriente con amenities pictóricas.

Así como es notable que un proyecto inmobiliario como éste en la zona sur no mencione siquiera el patrimonio edificado al que afectará, es notable que pida tan poco para conceder tanto a los empresarios.

Fuente: Pagina 12

Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/m2/10-2300-2012-06-16.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario