lunes, 28 de julio de 2014

Cómo debería crecer Buenos Aires

Para aumentar su población, la Ciudad necesita recuperar la urbanidad erosionada por el modelo de torres country + shopping, un patrón que ha adoptado para competir con la periferia con sus mismas armas.


*El curioso fenómeno de casi siete décadas sin crecimiento neto de la población de la ciudad central metropolitana se combina con un sostenido trasvasamiento, a partir de los ’90, de hogares de estratos de ingresos altos y medio-altos que vienen siendo suplantados por otros de bajos ingresos, ampliando el territorio de periferias internas urbanas en la Ciudad de Buenos Aires. Si se observa cómo se distribuye el crecimiento poblacional de la Buenos Aires Metropolitana (BAM) queda claro que en los últimos 40 años es la Segunda Corona la que capta la mayor parte del volumen de ese incremento, mientras se observa la fuerte dinámica de la Tercera Corona, el saldo levemente negativo de la Ciudad Central y el paulatino estancamiento la Primera Corona.

Frente a esa realidad, el Gobierno de la Ciudad lanzó, a principios de este año, una política que no se condice con el comportamiento de más de medio siglo del sistema metropolitano, proponiendo duplicar la población de la ciudad de Buenos Aires para alcanzar los 6 millones de habitantes. Esta política está fundamentada en la errónea hipótesis de que estos nuevos habitantes impedirían el flujo cotidiano de “commuters” a la ciudad evitando el derroche de energía en transporte.

Vista como parte de la BAM, es impensable una ciudad central convertida en un recinto autosuficiente, o capaz de internalizar sus flujos de viajes hogar-trabajo. Estaríamos cercenándole al núcleo de la metrópolis su función clave como “centro comando” de la economía de una región de 15 millones de habitantes. Se estaría desalentando el atributo que hace atractiva a una gran ciudad: la diversidad de su mercado laboral, el acceso a bienes y servicios de alto nivel de especialización y a una diferenciada tipología de hábitat urbanos para residir.

Si la evolución en las últimas décadas ha sido la estabilización de la población del núcleo central metropolitano, tendencia que se extiende a la mayor parte de la Primera Corona de partidos del Conurbano, se torna irrealizable la meta de duplicar la población de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondería dar vuelta la proposición y plantear la mejora de la oferta urbana de la Ciudad, que propicie la captación de una porción modesta de los alrededor de 1,3 millones de personas con que crece la Región Metropolitana de Buenos Aires cada década, mediante un proceso de densificación selectiva tal como lo propone el Consejo de Planeamiento Estratégico (COPE).

Con este objetivo, la ciudad debe recuperar la urbanidad escamoteada por el modelo de torres country + shopping, patrón adoptado con el vano intento de competir con la periferia con sus mismas armas, internalizando la sociabilidad de la vida colectiva. Para recuperar ese segmento poblacional, Buenos Aires debe ofertar su tradicional estructura de espacios públicos y trama de vía pública confiable, rodeada de actividades comerciales y de servicios sobre la calle que constituían un ámbito universal y practicable, hoy debilitado. Esto va en línea con propuestas que incluyen al urbanismo como importante componente en las políticas de seguridad incorporando conceptos como vigilancia natural, el espacio cuidado y reforzamiento de lazos entre población y territorio.

No debe sorprender que Buenos Aires haya detenido su crecimiento poblacional en los últimos 70 años, dado que la actividad residencial viene siendo reemplazada por actividades terciarias (servicios, comercio, etcétera), fenómeno típico de los centros de las grandes ciudades. Tal como propone Jane Jacobs, lo que las políticas públicas deben intentar es preservar una mixtura de empleos y población residente que recupere la animación urbana en deterioro que caracteriza a los centros unifuncionales, que mueren durante las horas nocturnas y el fin de semana.

Cabe asumir proactivamente el fenómeno -que ya se sostiene por tres décadas- de reemplazo de la población originaria de niveles altos y medio altos (que deciden residir en urbanizaciones cerradas del suburbio y la periferia) por población de estratos sociales de menores recursos, atraída por la oferta de empleos y proximidad a servicios sociales. Se deben proponer políticas de remediación y anticipatorias de urbanización de villas y mejoramiento de las áreas urbanas degradadas, que procuren integrar población joven que ensanche la estrecha base de la pirámide poblacional porteña. En la Ciudad, según datos de 2013 del Observatorio de la Deuda Social Argentina, la población hasta 17 años representa el 28 % y la de 60 años y más 14,9 %, en el segmento de la población residente en de villas y asentamientos esos tramos de edades representan el 46,4 y 4,4 % respectivamente.

Finalmente, una estrategia para la Ciudad debe incluir la agenda de problemas derivados de una infraestructura y equipamiento que acumulan carencias (transporte público, red de suministro de energía, oferta de equipamiento educativo, por señalar los de colapso reciente) que tiene que ver con la obsolescencia de las instalaciones y la logística, pero también con la inadecuación del soporte a la reestructuración de un mapa de los consumos con una fuerte dinámica de crecimiento (pese al mencionado estancamiento de la población de la ciudad). Una política a futuro debe partir de un diagnóstico actualizado de la nueva estructura territorial de la demanda con planes plurianuales que contemplen la escala metropolitana de la nueva distribución de los consumos.


Fuente: Clarín

Link: http://arq.clarin.com/urbano/deberia-crecer-Buenos-Aires_0_1171083258.html

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lunes, 28 de julio de 2014

Cómo debería crecer Buenos Aires

Para aumentar su población, la Ciudad necesita recuperar la urbanidad erosionada por el modelo de torres country + shopping, un patrón que ha adoptado para competir con la periferia con sus mismas armas.


*El curioso fenómeno de casi siete décadas sin crecimiento neto de la población de la ciudad central metropolitana se combina con un sostenido trasvasamiento, a partir de los ’90, de hogares de estratos de ingresos altos y medio-altos que vienen siendo suplantados por otros de bajos ingresos, ampliando el territorio de periferias internas urbanas en la Ciudad de Buenos Aires. Si se observa cómo se distribuye el crecimiento poblacional de la Buenos Aires Metropolitana (BAM) queda claro que en los últimos 40 años es la Segunda Corona la que capta la mayor parte del volumen de ese incremento, mientras se observa la fuerte dinámica de la Tercera Corona, el saldo levemente negativo de la Ciudad Central y el paulatino estancamiento la Primera Corona.

Frente a esa realidad, el Gobierno de la Ciudad lanzó, a principios de este año, una política que no se condice con el comportamiento de más de medio siglo del sistema metropolitano, proponiendo duplicar la población de la ciudad de Buenos Aires para alcanzar los 6 millones de habitantes. Esta política está fundamentada en la errónea hipótesis de que estos nuevos habitantes impedirían el flujo cotidiano de “commuters” a la ciudad evitando el derroche de energía en transporte.

Vista como parte de la BAM, es impensable una ciudad central convertida en un recinto autosuficiente, o capaz de internalizar sus flujos de viajes hogar-trabajo. Estaríamos cercenándole al núcleo de la metrópolis su función clave como “centro comando” de la economía de una región de 15 millones de habitantes. Se estaría desalentando el atributo que hace atractiva a una gran ciudad: la diversidad de su mercado laboral, el acceso a bienes y servicios de alto nivel de especialización y a una diferenciada tipología de hábitat urbanos para residir.

Si la evolución en las últimas décadas ha sido la estabilización de la población del núcleo central metropolitano, tendencia que se extiende a la mayor parte de la Primera Corona de partidos del Conurbano, se torna irrealizable la meta de duplicar la población de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondería dar vuelta la proposición y plantear la mejora de la oferta urbana de la Ciudad, que propicie la captación de una porción modesta de los alrededor de 1,3 millones de personas con que crece la Región Metropolitana de Buenos Aires cada década, mediante un proceso de densificación selectiva tal como lo propone el Consejo de Planeamiento Estratégico (COPE).

Con este objetivo, la ciudad debe recuperar la urbanidad escamoteada por el modelo de torres country + shopping, patrón adoptado con el vano intento de competir con la periferia con sus mismas armas, internalizando la sociabilidad de la vida colectiva. Para recuperar ese segmento poblacional, Buenos Aires debe ofertar su tradicional estructura de espacios públicos y trama de vía pública confiable, rodeada de actividades comerciales y de servicios sobre la calle que constituían un ámbito universal y practicable, hoy debilitado. Esto va en línea con propuestas que incluyen al urbanismo como importante componente en las políticas de seguridad incorporando conceptos como vigilancia natural, el espacio cuidado y reforzamiento de lazos entre población y territorio.

No debe sorprender que Buenos Aires haya detenido su crecimiento poblacional en los últimos 70 años, dado que la actividad residencial viene siendo reemplazada por actividades terciarias (servicios, comercio, etcétera), fenómeno típico de los centros de las grandes ciudades. Tal como propone Jane Jacobs, lo que las políticas públicas deben intentar es preservar una mixtura de empleos y población residente que recupere la animación urbana en deterioro que caracteriza a los centros unifuncionales, que mueren durante las horas nocturnas y el fin de semana.

Cabe asumir proactivamente el fenómeno -que ya se sostiene por tres décadas- de reemplazo de la población originaria de niveles altos y medio altos (que deciden residir en urbanizaciones cerradas del suburbio y la periferia) por población de estratos sociales de menores recursos, atraída por la oferta de empleos y proximidad a servicios sociales. Se deben proponer políticas de remediación y anticipatorias de urbanización de villas y mejoramiento de las áreas urbanas degradadas, que procuren integrar población joven que ensanche la estrecha base de la pirámide poblacional porteña. En la Ciudad, según datos de 2013 del Observatorio de la Deuda Social Argentina, la población hasta 17 años representa el 28 % y la de 60 años y más 14,9 %, en el segmento de la población residente en de villas y asentamientos esos tramos de edades representan el 46,4 y 4,4 % respectivamente.

Finalmente, una estrategia para la Ciudad debe incluir la agenda de problemas derivados de una infraestructura y equipamiento que acumulan carencias (transporte público, red de suministro de energía, oferta de equipamiento educativo, por señalar los de colapso reciente) que tiene que ver con la obsolescencia de las instalaciones y la logística, pero también con la inadecuación del soporte a la reestructuración de un mapa de los consumos con una fuerte dinámica de crecimiento (pese al mencionado estancamiento de la población de la ciudad). Una política a futuro debe partir de un diagnóstico actualizado de la nueva estructura territorial de la demanda con planes plurianuales que contemplen la escala metropolitana de la nueva distribución de los consumos.


Fuente: Clarín

Link: http://arq.clarin.com/urbano/deberia-crecer-Buenos-Aires_0_1171083258.html

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