Cuando se examinan las escalas de valores y los criterios aplicados en la gestión de los centros históricos, se hace presente la nunca perimida “Ley del Péndulo”. Entonces, un extremo de la controversia es conducido por los que afirman que “todo debe quedar como está”, en tanto que en el vértice opuesto están los que sostienen que “las leyes del progreso son irreprimibles” y que “no tiene sentido alguno preservar construcciones anacrónicas y obsoletas”. En esta última posición se unen los que apelan a la vigencia de la modernidad y aquellos que aplican razones de cuño inmobiliario.
Puede verificarse que, según haya sido la situación del péndulo en una época determinada, se atravesaron momentos de destrucción indiscriminada, que nos arrebataron piezas de arquitectura de gran valor. Por contraste, hubo también tiempos de absoluta inmovilidad.
A los promotores de esta visión paralizante los acusé en aquel momento (hace casi un lustro) de practicar una suerte de “taxidermia urbana”, una expresión que me parece apropiada para designar esa tendencia a embalsamar o momificar una parte de la ciudad.
Hay en este orden de ideas una contradicción fundamental: si aceptamos que el taxidermista logra conservar cadáveres con apariencia de seres vivos, está claro que es improcedente pretender ese objetivo cuando se actúa sobre un organismo vivo, como lo es la ciudad.
Para aplicar lo dicho más arriba al distrito fundacional de la Ciudad de Buenos Aires –esto es, el Casco Histórico de la Ciudad–, es preciso declarar que en dos de los barrios que lo integran, San Telmo y Monserrat, están ocupados por vecinos y comerciantes, profesionales, artistas y operarios. Son alrededor de cien mil personas a las que no se les pueden negar sus aspiraciones a una mejor calidad de vida. Porque ellos pretenden alcanzar condiciones por lo menos comparables con las que son normales en el resto de la ciudad.
Al hablar de este paisaje urbano singular, suele aludirse en seguida a los turistas. Y debe destacarse la prioridad absoluta que tienen los habitantes de las dos barriadas en cuanto a los cuidados pertinentes para la infraestructura de servicios, los espacios públicos (lo que incluye veredas y calzadas) y el acceso a los adelantos en materia de comunicaciones, educación y cultura. Si los vecinos habitan en un medio gratificante, los turistas, por añadidura, se verán bien tratados.
Vale esta aclaración porque vi en muchas ocasiones cómo se utilizaban aspectos fotogénicos de lugares urbanos más allá de las graves falencias que sufrían sus ocupantes. El cine neorrealista italiano (y nuestro Fernando Birri) subrayaron con dolor y sarcasmo estos contrastes.
Es un buen ejercicio, en este sentido, recorrer los alrededores de Roma y Milán (hice hace muy poco algo similar en Sicilia) para verificar las transformaciones que exhiben barrios que sirvieron como escenografía para Alberto De Sica. No hubo, por suerte para sus habitantes, tentativa de taxidermia alguna. La tan particular textura de los adoquinados y revoques descascarados, que brillaban en las tomas nocturnas, y sobre todo cuando llovía (sigo hablando de las películas), son ahora pavimentos seguros y confortables, y paredes impecables.
Un concurso que organizó el Casco Histórico junto con la Sociedad Central de Arquitectos pretendía superar este dilema (que es a mi juicio falso): se trata de revelar qué se puede preservar y qué se puede modernizar. Recuerdo al respecto que, en un encuentro con el alcalde de La Serena, Chile, éste me formuló ese interrogante, que luego se convirtió en la convocatoria a unas jornadas internacionales que se hicieron en esa bella ciudad chilena.
Nuestra participación se limitó a mostrar los siete trabajos premiados en aquel concurso (que en ese momento, 2011, pasaba por su primera edición), ponderables por su respeto hacia la arquitectura heredada y la creatividad para asimilarla a las demandas actuales.
El desafío que proponen los centros históricos ciudadanos consiste en lograr su revitalización, para retener a su población y para revivir los latidos que los hagan vivir con intensidad. Como debe ser.
Fuente: Clarín
Link: http://arq.clarin.com/patrimonio/Taxidermia-urbana-calidad-vida_0_1175282993.html
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