A fines de los ’80 había apenas dos shoppings instalados en el país, al concluir la década del ’90 esa cifra se extendió a 48. Actualmente existen 107 espacios del tipo mall, de los cuales 36 se localizan en la Ciudad y en el Gran Buenos Aires. Los supermercados tuvieron una evolución similar, hasta alcanzar los 8.672 establecimientos en el país, de los cuales 1.345 son bocas de grandes cadenas que concentran casi 60% de las ventas totales del sector.
Por suerte, los porteños tenemos propuestas comerciales para todos los gustos, entre ellas los shoppings y los hipermercados. Pero se trata de establecer un límite razonable a su propagación -todo indica que ya se ha alcanzado- para mantener la pluralidad de opciones que aportan las propuestas comerciales tradicionales.
Al retroceder el comercio barrial por el auge de arquitecturas cerradas, se pierden sitios simbólicos de igualación social. Nos replegamos desde el espacio integrador de convivencia hacia otro de perfil más exclusivo, que con su uniformidad se divorcia de la fisonomía barrial que lo circunda. Parafraseando a Jordi Borja, la ciudad es “conquistada” por malls que detienen el despliegue multicolor de la sociedad civil y confinan el ocio y el consumo de “los que pueden”. Sin embargo, como tendencia civilizatoria opuesta, los llamados centros comerciales a cielo abierto (CCCA) florecen en distintas latitudes.
En Buenos Aires, las centralidades barriales surgieron de la apertura paulatina y contigua de comercios, primero en la misma cuadra, luego en la siguiente y sus adyacencias. Así, los vecinos hicieron de sus calles un ámbito de interrelación cotidiana y amigable. Pero una barriada comercial logrará convertirse en un CCCA sólo si las autoridades de la ciudad adecúan el espacio público y lo embellecen, como se ha hecho alrededor de los cruces de avenidas como Callao y Santa Fe o de Nazca y Rivadavia.
El Consejo Económico y Social porteño acaba de recomendar a los poderes públicos el fomento de los CCCA en consonancia con el Plan Urbano Ambiental vigente, para descentralizar la economía urbana agrupando sustentablemente el lugar de trabajo, vivienda, estudio, y el ámbito de esparcimiento y actividad de consumo de cada persona. De este modo se acota la cultura del automóvil y se fomenta el aprovechamiento del tiempo del vecino y su familia.
La cuestión no se circunscribe a lo cultural, ni a la añoranza de un paisaje tanguero. Hay una dimensión económica y humana: el consumo minorista se ha concentrado en las últimas décadas en grandes cadenas de supermercados, acarreando la pérdida neta de 6.000 puestos de trabajo. Durante el año 2012, los grandes supermercados emplearon una persona por cada $ 1,2 millones de ventas. Por el mismo monto, los shoppings emplearon a 1,6 personas, mientras que los comercios a la calle 3,4 individuos.
De estos datos elaborados por CAME se desprende que cuanto más factura el pequeño comercio a la calle más empleo genera. Y, a su vez, el comercio minorista triplica la mano de obra requerida por los híper y supermercados, y duplica la empleada por los shoppings.
Buenos Aires debe proteger al comercio minorista así como las normas españolas prohíben la apertura de comercios los domingos para achicar la ventaja de las grandes cadenas. O como sucede en Nueva York, donde se preserva la vitalidad de su espacio público impidiendo desde hace años que se instale la cadena Wallmart.
El Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano identificó este año 39 ejes comerciales porteños, 8 de ellos localizados en la Zona Norte, 5 en el Centro, 11 en el Sur y 15 en el Oeste. Un estudio elaborado por la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA) informa que hay otros 49 ejes en arterias principales y calles laterales en diferentes barrios de la ciudad con potencial de desarrollo a futuro. Habrá más y mejores CCCA si el gobierno facilita la accesibilidad y movilidad del peatón, si mantiene las veredas, si asegura una iluminación nítida que permita paseos nocturnos, si los dota de señalética adecuada e interactiva, de un mobiliario urbano cómodo, si facilita el estacionamiento tanto sobre las avenidas como en calles laterales del “patio comercial” y si impide la competencia desleal que ejercen los manteros.
Para paliar la influencia sobre los hábitos de consumo de los grandes malls, también los comerciantes deben convocar a los vecinos del barrio con una oferta comercial diversa al estilo del CCCA de la Avenida Alvarez Jonte; o saber atraer a porteños y bonaerenses a áreas especializadas en un solo rubro, como la de repuestos automotores de Warnes o la de muebles en la Avenida Belgrano. Y, desde ya, los futuros CCCA deben brindar seguridad, tanto de policía pública como de seguridad privada, para que la percepción de tranquilidad nos invite a caminarlos sin más preocupaciones que mirar vidrieras.
Si un día logramos integrar los hábitos comerciales de los porteños al disfrute del espacio público, si los centros comerciales de cada barrio vuelven a ser puntos de encuentro de jóvenes y adultos, si volvemos a saludar al paso a un conocido y nuestros hijos nos acompañan a hacer las compras a cambio de tomar un helado sentados en un cómodo banco de calle –por Avenida Rivadavia, por la calle Cuenca, por Sáenz, Patricios o Juramento–, entonces viviremos mejor.
De estos datos elaborados por CAME se desprende que cuanto más factura el pequeño comercio a la calle más empleo genera. Y, a su vez, el comercio minorista triplica la mano de obra requerida por los híper y supermercados, y duplica la empleada por los shoppings.
Buenos Aires debe proteger al comercio minorista así como las normas españolas prohíben la apertura de comercios los domingos para achicar la ventaja de las grandes cadenas. O como sucede en Nueva York, donde se preserva la vitalidad de su espacio público impidiendo desde hace años que se instale la cadena Wallmart.
El Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano identificó este año 39 ejes comerciales porteños, 8 de ellos localizados en la Zona Norte, 5 en el Centro, 11 en el Sur y 15 en el Oeste. Un estudio elaborado por la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA) informa que hay otros 49 ejes en arterias principales y calles laterales en diferentes barrios de la ciudad con potencial de desarrollo a futuro. Habrá más y mejores CCCA si el gobierno facilita la accesibilidad y movilidad del peatón, si mantiene las veredas, si asegura una iluminación nítida que permita paseos nocturnos, si los dota de señalética adecuada e interactiva, de un mobiliario urbano cómodo, si facilita el estacionamiento tanto sobre las avenidas como en calles laterales del “patio comercial” y si impide la competencia desleal que ejercen los manteros.
Para paliar la influencia sobre los hábitos de consumo de los grandes malls, también los comerciantes deben convocar a los vecinos del barrio con una oferta comercial diversa al estilo del CCCA de la Avenida Alvarez Jonte; o saber atraer a porteños y bonaerenses a áreas especializadas en un solo rubro, como la de repuestos automotores de Warnes o la de muebles en la Avenida Belgrano. Y, desde ya, los futuros CCCA deben brindar seguridad, tanto de policía pública como de seguridad privada, para que la percepción de tranquilidad nos invite a caminarlos sin más preocupaciones que mirar vidrieras.
Si un día logramos integrar los hábitos comerciales de los porteños al disfrute del espacio público, si los centros comerciales de cada barrio vuelven a ser puntos de encuentro de jóvenes y adultos, si volvemos a saludar al paso a un conocido y nuestros hijos nos acompañan a hacer las compras a cambio de tomar un helado sentados en un cómodo banco de calle –por Avenida Rivadavia, por la calle Cuenca, por Sáenz, Patricios o Juramento–, entonces viviremos mejor.
Fuente: ARQ Clarin
Link: http://arq.clarin.com/urbano/Buenos-Aires-proteger-comercio-minorista_0_1074493087.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario