domingo, 15 de abril de 2012

Que no se repita la historia

En la ciudad de Buenos Aires se realizan unas 90.000 operaciones de compraventa y 200.000 contratos de alquiler por año.

Dado que los contratos tienen una duración de dos años y que además existen niveles de vacancia, podemos concluir que alrededor de 450.000 unidades están afectadas al mercado de alquileres (un 30% del stock de la ciudad que asciende a 1.500.000 unidades).

Gran parte de estas unidades corresponde a la producción inmobiliaria de la última década, que asciende a unas 150.000 viviendas, caracterizada por ser pequeñas, en buenas zonas y motorizadas principalmente por inversores que primero invierten en el proyecto y luego persisten como inversores de renta.

Según datos de la Fundación de Estudios para el Desarrollo Inmobiliario, en la ciudad la producción y comercialización de inmuebles involucra a más de 20.000 empresas (13,3% del total), empleando a más de 130.000 personas (el 8,2% del empleo), aporta un 14% (8000 millones de dólares) al PBI de la ciudad y tiene un efecto dinamizador sobre toda la economía por su extensa cadena de valor. Estos números deberían ser tenidos en cuenta por los legisladores a la hora de evaluar cualquier proyecto de ley de locaciones urbanas.

Es positivo que nuestros dirigentes políticos se ocupen de un tema tan importante como es el acceso a la vivienda. Pero sin perder el foco de que el principal limitante por el que miles de argentinos no logran acceder es la inflación y por cuyas tasas vigentes no hay crédito hipotecario de largo plazo posible ni bancos que quieran prestar ni personas que se animen a tomar prestado.

Ante la falta de crédito se diseñaron esquemas de financiación según las posibilidades de la demanda, que cuenta con ahorros y que puede comprometer cierta parte de su ingreso futuro para pagar una cuota.

La inversión en ladrillos siempre fue para los argentinos resguardo de los ahorros y permitió generar fuentes de trabajo, riqueza y desarrollo.

No olvidemos que cada vez que el Estado intervino en el mercado de alquileres se achicó la oferta de viviendas en locación, aumentaron los precios y, lo peor, cayó la inversión en la construcción.

Que no se repita la historia de lapidar lo que está funcionando y volver a experimentar en lo que lleva al fracaso. 

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domingo, 15 de abril de 2012

Que no se repita la historia

En la ciudad de Buenos Aires se realizan unas 90.000 operaciones de compraventa y 200.000 contratos de alquiler por año.

Dado que los contratos tienen una duración de dos años y que además existen niveles de vacancia, podemos concluir que alrededor de 450.000 unidades están afectadas al mercado de alquileres (un 30% del stock de la ciudad que asciende a 1.500.000 unidades).

Gran parte de estas unidades corresponde a la producción inmobiliaria de la última década, que asciende a unas 150.000 viviendas, caracterizada por ser pequeñas, en buenas zonas y motorizadas principalmente por inversores que primero invierten en el proyecto y luego persisten como inversores de renta.

Según datos de la Fundación de Estudios para el Desarrollo Inmobiliario, en la ciudad la producción y comercialización de inmuebles involucra a más de 20.000 empresas (13,3% del total), empleando a más de 130.000 personas (el 8,2% del empleo), aporta un 14% (8000 millones de dólares) al PBI de la ciudad y tiene un efecto dinamizador sobre toda la economía por su extensa cadena de valor. Estos números deberían ser tenidos en cuenta por los legisladores a la hora de evaluar cualquier proyecto de ley de locaciones urbanas.

Es positivo que nuestros dirigentes políticos se ocupen de un tema tan importante como es el acceso a la vivienda. Pero sin perder el foco de que el principal limitante por el que miles de argentinos no logran acceder es la inflación y por cuyas tasas vigentes no hay crédito hipotecario de largo plazo posible ni bancos que quieran prestar ni personas que se animen a tomar prestado.

Ante la falta de crédito se diseñaron esquemas de financiación según las posibilidades de la demanda, que cuenta con ahorros y que puede comprometer cierta parte de su ingreso futuro para pagar una cuota.

La inversión en ladrillos siempre fue para los argentinos resguardo de los ahorros y permitió generar fuentes de trabajo, riqueza y desarrollo.

No olvidemos que cada vez que el Estado intervino en el mercado de alquileres se achicó la oferta de viviendas en locación, aumentaron los precios y, lo peor, cayó la inversión en la construcción.

Que no se repita la historia de lapidar lo que está funcionando y volver a experimentar en lo que lleva al fracaso. 

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