Con el televisor encendido en las noticias, escuché que, entrando a su casa de Vicente López, a un músico lo asaltaron al querer guardar el auto en el garaje. Si buscáramos en la web tendríamos un panorama bastante fiel acerca de los trastornos ocasionados por el garaje en lo que hace a la seguridad de sus propietarios.
Es que el tiempo que tarda la cochera en abrirse, entrar el auto y cerrar, permite que sin esfuerzo alguno potenciales ladrones accedan a toda la vivienda, dejando fuera de juego por superabundantes e innecesarios al vigilador de la esquina, a la cámara de seguridad, a la alarma o las rejas. Así, el diseño es el culpable de generar, con la inclusión del garaje, un sector indefinido y problemático para el control. De todos modos, convengamos que hay autos y motos que merecen exhibirse en el interior de las viviendas como lo que son: objetos únicos y esmerados de diseño industrial. Pienso en ciertos lofts que ofrecen la cochera a la vista desde el estar y que se venden con fotos que señalan este tipo de situaciones ocupándolo con un bello y minúsculo convertible rojo brillante. Escribo parafraseando a los Futuristas italianos, quienes de la mano de Filippo Marinetti, en su manifiesto de 1909 declararon sacrílegamente, escandalizando al mundo del arte y revolviendo el avispero, que “es más bello un automóvil rugiente con sus tubos cromados al sol, que la Victoria Alada de Samotracia”. O en aquellos edificios en altura de alta gama, que también ofrecen el ascensor de automóviles entre sus facilidades, justamente para que pueda exhibirse en toda su envergadura ese objeto de culto.
Pero esto no va dirigido a los propietarios de autos de colección, sino a los que poseen coches comunes, seriados, adocenados y probablemente concebidos desde la obsolescencia programada. Entonces sería bueno repensar el papel que el garaje juega a la hora de proyectar una nueva viviendas. Más allá de las enriquecedoras discusiones acerca de sus dimensiones, ventilaciones, formas de apertura de los cerramientos y conexiones que van desde el garaje a otros locales, sería bueno pensar junto con los comitentes si es necesario y/o imprescindible que el auto duerma en la casa.
En las zonas de alto poder adquisitivo no creo que el ahorro en metros cuadrados sea una preocupación. Pero en general, en el mundo de los humanos con metros cuadrados restringidos, siempre me pareció desatinado y mal conducido el destinar mínimamente alrededor de 20 m2 al guardado un auto. Una solución aceptable para el problema son los edificios destinados al guardado de automóviles, como el diseñado por el poco recordado arquitecto estadounidense de la modernidad tardía, Paul Rudolph, con su megaestructura de hormigón armado para el Temple Street Garage, en New Haven, Estados Unidos, que se construyó entre 1959-1963.
Aquí y ahora el garaje aparece como el gran culpable de la mayor cantidad de entraderas de ladrones en las viviendas: es un área de máxima perturbación. En la terrible situación actual, se ha convertido en el villano de muchas historias cotidianas.
Claro que estaría bueno seguir como veníamos hasta ahora, con la cochera incluida en nuestros proyectos, del mismo modo que empezamos a pensarlos hace más de cien años, cuando tuvimos que darle lugar al auto, ese recién llegado. Recuerdo como ejemplo la magistral entrada de coches de la Casa Robie, diseñada por Frank Lloyd Wright en Chicago en 1909, gracias en parte a un magnífico terreno en esquina. Pero de vuelta a nuestra realidad, somos nosotros y nuestros deseos por un lado; y nuestras reales circunstancias de inseguridad permanente y probablemente creciente por el otro, dos motivos por demás suficientes para pensar en un adiós a la inclusión del garaje en nuestros espacios domésticos.
Fuente: Clarín
Link: http://arq.clarin.com/arquitectura/disenar-casas-garaje_0_1192081318.html
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