domingo, 14 de octubre de 2012

El hombre que crea edificios donde otros sólo ven baldíos

El desarrollador idea el plan inmobiliario, lo impulsa y contrata a los actores necesarios


Todas las mañanas, cerca de las 10, Moisés Altman llega al gigante de cemento que pronto se convertirá en un moderno edificio de oficinas con vista a la avenida 9 de Julio. Pisó ese mismo lugar hace casi tres años, cuando no era más que un terreno baldío sin vestigios de la tapera que poco antes había sido demolida ahí. En el todavía inconcluso primer piso, se reúne con su equipo para revisar el plan de obra y ocuparse de que todo marche bien.

En la calle Lima al 1100, Altman, director de Altman Construcciones, da forma a su torre número 58 y alimenta un engranaje de varios gremios y profesionales que trabajan a partir de una idea inicial suya. Ésta es la tarea de un desarrollador, figura que él encarna con sus propias características desde hace 60 años, pero que cobró impulso y notoriedad en la última década.

El desarrollador idea el proyecto, busca el terreno, contrata a la gente capaz de llevarlo adelante y lo acompaña hasta que se entrega la última llave al nuevo propietario o se alquila la propiedad. Y a veces mucho más. "Una vez me vinieron a ver de una obra que había terminado hacía 12 años, porque pasaba algo con el bombeo de agua. Mandé a mi plomero, descubrí el problema y, aunque no me correspondía, lo solucioné -recuerda Altman-. Anécdotas como ésas tengo miles."

Ahora, en una nublada media mañana porteña, Altman conversa con su ayudante, Jazmín Harari, que plasma en papel los detalles que van apareciendo; analiza unos planos con el codirector de obra, Pablo Emilio Spirito, y evalúa el ritmo que lleva la construcción, junto con el maestro mayor de obras, Nicolás Blanco. Unos tímidos rayos de sol esquivan las nubes y pegan sobre el mural de Rogelio Polesello, estampado en los vidrios de la fachada.

"Mi función es hablar con mi equipo, ver qué problemas surgen, solucionarlos, tratar de acelerar los contratos con los gremios -detalla Altman-. Por ejemplo, la semana pasada contraté otra cuadrilla de albañilería porque no se iba al ritmo ideal. Y lo mismo con el resto."

Darío López, socio del Estudio Arquitectónica, comenta que la figura del desarrollador es relativamente nueva, porque antiguamente era la constructora la que encargaba y desarrollaba. "En la última década se dio un furor, porque toda una generación de nuevos arquitectos y contadores encontraron una veta de negocio", dice.

Altman empieza la obra con fondos propios, pero en su actividad existe otra modalidad, que es la del fideicomiso desde el pozo. Ésa, precisamente, es a la que echa mano López. "Hay un grupo inversor que nos acompaña, pero, además, una vez armado el proyecto, salimos a buscar a los inversores individuales", señala el desarrollador.

Una obra como la de Altman Ecooffice, de 8200 metros cuadrados, con certificación Leed Platinum,amenities de primer nivel y los mejores materiales, demanda una inversión de US$ 10 millones y tarda cuatro años en construirse. Un proyecto mediano, de 2500 metros cuadrados, insume unos dos años y medio. Los departamentos que surjan de ahí, de 40 metros cuadrados, podrán comercializarse a un valor estimado de 500.000 pesos.

En cuestión de precios, la cosa se complicó un poco desde que comenzó el control sobre el dólar, lo que obligó a pesificar las operaciones inmobiliarias. "Hasta que ocurrió lo del dólar, sabía que el costo de una obra muy bien hecha estaba en US$ 1800 el metro cuadrado -precisa Altman-. Le sumaba el terreno, que estaba a US$ 800 el metro cuadrado, y me daba un precio de costo de US$ 2600 y un precio de venta de US$ 3000." La rentabilidad actual para el desarrollador está entre 6 y 7% en alquiler y 20% en la venta.

El desarrollador es el que da el puntapié inicial, pero luego "abre el juego" a otras actividades que hacen posible que una nueva mole de 2000 metros cúbicos de hormigón emerja en la ciudad. Entre ellos están los directores de obra, albañiles, electricistas, gasistas, plomeros, yeseros, carpinteros, colocadores de distintos materiales, pintores, vidrieros, marmoleros. La lista no termina ahí. Luego se suman inmobiliaria, escribano, abogado, contador y administrador de consorcio.

Fuente: La Nacion

Link: http://www.lanacion.com.ar/1516832-el-hombre-que-crea-edificios-donde-otros-solo-ven-baldios

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domingo, 14 de octubre de 2012

El hombre que crea edificios donde otros sólo ven baldíos

El desarrollador idea el plan inmobiliario, lo impulsa y contrata a los actores necesarios


Todas las mañanas, cerca de las 10, Moisés Altman llega al gigante de cemento que pronto se convertirá en un moderno edificio de oficinas con vista a la avenida 9 de Julio. Pisó ese mismo lugar hace casi tres años, cuando no era más que un terreno baldío sin vestigios de la tapera que poco antes había sido demolida ahí. En el todavía inconcluso primer piso, se reúne con su equipo para revisar el plan de obra y ocuparse de que todo marche bien.

En la calle Lima al 1100, Altman, director de Altman Construcciones, da forma a su torre número 58 y alimenta un engranaje de varios gremios y profesionales que trabajan a partir de una idea inicial suya. Ésta es la tarea de un desarrollador, figura que él encarna con sus propias características desde hace 60 años, pero que cobró impulso y notoriedad en la última década.

El desarrollador idea el proyecto, busca el terreno, contrata a la gente capaz de llevarlo adelante y lo acompaña hasta que se entrega la última llave al nuevo propietario o se alquila la propiedad. Y a veces mucho más. "Una vez me vinieron a ver de una obra que había terminado hacía 12 años, porque pasaba algo con el bombeo de agua. Mandé a mi plomero, descubrí el problema y, aunque no me correspondía, lo solucioné -recuerda Altman-. Anécdotas como ésas tengo miles."

Ahora, en una nublada media mañana porteña, Altman conversa con su ayudante, Jazmín Harari, que plasma en papel los detalles que van apareciendo; analiza unos planos con el codirector de obra, Pablo Emilio Spirito, y evalúa el ritmo que lleva la construcción, junto con el maestro mayor de obras, Nicolás Blanco. Unos tímidos rayos de sol esquivan las nubes y pegan sobre el mural de Rogelio Polesello, estampado en los vidrios de la fachada.

"Mi función es hablar con mi equipo, ver qué problemas surgen, solucionarlos, tratar de acelerar los contratos con los gremios -detalla Altman-. Por ejemplo, la semana pasada contraté otra cuadrilla de albañilería porque no se iba al ritmo ideal. Y lo mismo con el resto."

Darío López, socio del Estudio Arquitectónica, comenta que la figura del desarrollador es relativamente nueva, porque antiguamente era la constructora la que encargaba y desarrollaba. "En la última década se dio un furor, porque toda una generación de nuevos arquitectos y contadores encontraron una veta de negocio", dice.

Altman empieza la obra con fondos propios, pero en su actividad existe otra modalidad, que es la del fideicomiso desde el pozo. Ésa, precisamente, es a la que echa mano López. "Hay un grupo inversor que nos acompaña, pero, además, una vez armado el proyecto, salimos a buscar a los inversores individuales", señala el desarrollador.

Una obra como la de Altman Ecooffice, de 8200 metros cuadrados, con certificación Leed Platinum,amenities de primer nivel y los mejores materiales, demanda una inversión de US$ 10 millones y tarda cuatro años en construirse. Un proyecto mediano, de 2500 metros cuadrados, insume unos dos años y medio. Los departamentos que surjan de ahí, de 40 metros cuadrados, podrán comercializarse a un valor estimado de 500.000 pesos.

En cuestión de precios, la cosa se complicó un poco desde que comenzó el control sobre el dólar, lo que obligó a pesificar las operaciones inmobiliarias. "Hasta que ocurrió lo del dólar, sabía que el costo de una obra muy bien hecha estaba en US$ 1800 el metro cuadrado -precisa Altman-. Le sumaba el terreno, que estaba a US$ 800 el metro cuadrado, y me daba un precio de costo de US$ 2600 y un precio de venta de US$ 3000." La rentabilidad actual para el desarrollador está entre 6 y 7% en alquiler y 20% en la venta.

El desarrollador es el que da el puntapié inicial, pero luego "abre el juego" a otras actividades que hacen posible que una nueva mole de 2000 metros cúbicos de hormigón emerja en la ciudad. Entre ellos están los directores de obra, albañiles, electricistas, gasistas, plomeros, yeseros, carpinteros, colocadores de distintos materiales, pintores, vidrieros, marmoleros. La lista no termina ahí. Luego se suman inmobiliaria, escribano, abogado, contador y administrador de consorcio.

Fuente: La Nacion

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