martes, 21 de febrero de 2012

Las casas hablan del pasado del hombre

Conocer qué se comía, cómo se dormía, o con qué frecuencia se utilizaba el baño retratan importantes aspectos de la historia de la humanidad. Los hogares de la antigüedad revelan las necesidades detrás de las decisiones arquitectónicas.

Por Anaxtu Zabalbeascoa*


Nosotros que podemos pensarlo casi todo, desconocemos de donde vienen las cosas. Se conoce más de la historia de la civilización entrando en una vivienda que memorizando una batalla. La pequeña historia: lo que se comía, cómo se dormía o la frecuencia de los baños, retrata el pasado de la humanidad. Y los hogares de la antigüedad revelan más necesidades que caprichos detrás de las grandes decisiones arquitectónicas.El exceso de sol dio lugar al peristilo que rodea los templos griegos, las fachadas alineadas respetaban el paso del aire y fue la falta de espacio en la ciudad lo que hizo que las viviendas se apilaran en Roma hasta alcanzar 20 metros de altura.

Una única habitación, vasta, primitiva y levantada en torno al fuego, compuso, durante siglos, la imagen de la casa. Esa misma imagen, que fue el ideal doméstico descrito por Thoreau en su libro Walden, es hoy la esencia del loft contemporáneo. Así que mientras el mundo cambia en casa somos iguales... Podría ser cierto si no fuera porque la vivienda vivió en el siglo XX una revolución que transformó lo que permanecía inmutable desde hacía milenios.

Que los restos arqueológicos hayan aparecido con frecuencia en el fondo de los ríos revela que las civilizaciones prehistóricas vivían en sus márgenes. Así, los ríos fueron los primeros baños. Y también las primeras cloacas. Luego, hasta el siglo XVI, de la misma manera que se compartía el dormitorio o un caldero con la comida, se compartiría la bañera –una gran tinaja forrada con tela de hilo para evitar las astillas–. Las bañeras podían encerrarse entre cortinajes para evitar perder el calor. Y lo mismo sucedía con las camas: se encerraban con doseles no para ganar intimidad sino para mantener el calor.

No morir de frío es el origen de la casa, que surgió para proteger el fuego, no a las personas. Era el fuego lo que permitía resistir el frío y, posteriormente, cocinar. Así, el guardián del fuego era un puesto de responsabilidad cuando, sin cerillas, costaba mucho encenderlo. La cocina no entró en la casa hasta que la tecnología hizo posible encerrar el fuego sin quemarse. Hoy, las cocinas abiertas, sin separación entre zona de preparación de alimentos y zona de estar, redibujan la modernidad recuperando la idea primitiva de un único espacio para vivir.

La cama fue, durante siglos, el centro de la vida. En los nacimientos, su coste era más importante que el peso del niño. Tras la boda, era costumbre que los novios recibieran las felicitaciones sentados en su cama. También los muertos se velaban en la mejor que había en la casa y hasta las amantes reales tenían derecho a yacer en la cama del rey. Eso sí, una vez muertas. Una cama era un lujo. No las había en las viviendas corrientes. Allí, las mesas, los bancos (que servían de lecho para los padres) y los arcones (que servían para guardar útiles) eran las únicas piezas de mobiliario.

Durante siglos se durmió sobre sacos de hojarasca o sobre hamacas realizadas con ramas de palmeras. Los monarcas, en sus viajes, se desplazaban con su cama. Los muebles con un uso concreto, como el armario –que era el cuarto de las armas– irían apareciendo paulatinamente como lujos y sofisticaciones cuando la vida ofrecía algo más que una invitación a realizar el esfuerzo de sobrevivir.Si bien los romanos utilizaban un sistema de calefacción subterráneo para caldear las casas, los tapices y las alfombras cumplieron esa labor siglos después. El cristal para cerrar las ventanas no apareció hasta el siglo XIII en las vidrieras de las iglesias. El mismo siglo en el que, en algunas culturas, comenzaron a emplear los tenedores a la hora de comer. La comodidad es un concepto del siglo XVII. Y fue favorecido por culturas pragmáticas, como la nórdica y la anglosajona. Sin embargo, fue Luis XIV quien apostó por los primeros muebles cómodos, mullidos y con brazos. Pero si la comodidad llegó tarde al palacio del Rey Sol, más tarde lo hizo el concepto de intimidad.

Durante siglos, en las posadas se compartían las camas atendiendo al orden de llegada y a la importancia del huésped. No es que las camas escasearan en las posadas, es que no se dispuso de multitud de enseres hasta el siglo XIX, el de la revolución industrial y la fabricación en serie. Por entonces, cuando comenzaban a llegar los campesinos a las ciudades para reconvertirse en obreros, la fantasía de llenar sus viviendas de objetos concluyó en el estilo ecléctico, una especie de todo vale con que se conoce el gusto victoriano.

Si la historia de la casa está plagada de lógica, técnica y azar, la de los jardines retrata lo más elevado del ser humano. También lo más rastrero. Muchas religiones describen el paraíso como un jardín. Allí se produce el encuentro de la naturaleza, el hombre y el arte. Los jardines cuentan los viajes de las personas (Adriano llevó al suyo lo más hermoso de ocho años de periplos por su imperio) y los de las flores: el botín más infravalorado de las cruzadas militares. Si a Grecia debemos las macetas; al jardín árabe, los mosaicos sustituyendo a las flores; y al jardín medieval el arte topiario–que poda arbustos con formas de escudos-. A Inglaterra le debemos la natural artificialidad del jardín inglés (verde y limpio) y a Italia un jardín capaz de brillar durante las cuatro estaciones. Los monarcas hicieron de sus jardines escenarios de su poder absoluto y en el siglo XX hemos llevado el arte al paisaje. Con la vivienda más interesada por el confort que por la apariencia hoy un ejército de paisajistas se ha encargado de cultivar especies autóctonas para dejar como herencia un jardín sostenible.

*Anatxu Zabalbeascoa es autora de "Todo sobre la casa", de Editorial Gustavo Gili, con ilustraciones de Riki Blanco.

Fuente: Arq Clarin

Link: http://www.clarin.com/arq/arquitectura/casas-hablan-pasado-hombre_0_649735216.html

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martes, 21 de febrero de 2012

Las casas hablan del pasado del hombre

Conocer qué se comía, cómo se dormía, o con qué frecuencia se utilizaba el baño retratan importantes aspectos de la historia de la humanidad. Los hogares de la antigüedad revelan las necesidades detrás de las decisiones arquitectónicas.

Por Anaxtu Zabalbeascoa*


Nosotros que podemos pensarlo casi todo, desconocemos de donde vienen las cosas. Se conoce más de la historia de la civilización entrando en una vivienda que memorizando una batalla. La pequeña historia: lo que se comía, cómo se dormía o la frecuencia de los baños, retrata el pasado de la humanidad. Y los hogares de la antigüedad revelan más necesidades que caprichos detrás de las grandes decisiones arquitectónicas.El exceso de sol dio lugar al peristilo que rodea los templos griegos, las fachadas alineadas respetaban el paso del aire y fue la falta de espacio en la ciudad lo que hizo que las viviendas se apilaran en Roma hasta alcanzar 20 metros de altura.

Una única habitación, vasta, primitiva y levantada en torno al fuego, compuso, durante siglos, la imagen de la casa. Esa misma imagen, que fue el ideal doméstico descrito por Thoreau en su libro Walden, es hoy la esencia del loft contemporáneo. Así que mientras el mundo cambia en casa somos iguales... Podría ser cierto si no fuera porque la vivienda vivió en el siglo XX una revolución que transformó lo que permanecía inmutable desde hacía milenios.

Que los restos arqueológicos hayan aparecido con frecuencia en el fondo de los ríos revela que las civilizaciones prehistóricas vivían en sus márgenes. Así, los ríos fueron los primeros baños. Y también las primeras cloacas. Luego, hasta el siglo XVI, de la misma manera que se compartía el dormitorio o un caldero con la comida, se compartiría la bañera –una gran tinaja forrada con tela de hilo para evitar las astillas–. Las bañeras podían encerrarse entre cortinajes para evitar perder el calor. Y lo mismo sucedía con las camas: se encerraban con doseles no para ganar intimidad sino para mantener el calor.

No morir de frío es el origen de la casa, que surgió para proteger el fuego, no a las personas. Era el fuego lo que permitía resistir el frío y, posteriormente, cocinar. Así, el guardián del fuego era un puesto de responsabilidad cuando, sin cerillas, costaba mucho encenderlo. La cocina no entró en la casa hasta que la tecnología hizo posible encerrar el fuego sin quemarse. Hoy, las cocinas abiertas, sin separación entre zona de preparación de alimentos y zona de estar, redibujan la modernidad recuperando la idea primitiva de un único espacio para vivir.

La cama fue, durante siglos, el centro de la vida. En los nacimientos, su coste era más importante que el peso del niño. Tras la boda, era costumbre que los novios recibieran las felicitaciones sentados en su cama. También los muertos se velaban en la mejor que había en la casa y hasta las amantes reales tenían derecho a yacer en la cama del rey. Eso sí, una vez muertas. Una cama era un lujo. No las había en las viviendas corrientes. Allí, las mesas, los bancos (que servían de lecho para los padres) y los arcones (que servían para guardar útiles) eran las únicas piezas de mobiliario.

Durante siglos se durmió sobre sacos de hojarasca o sobre hamacas realizadas con ramas de palmeras. Los monarcas, en sus viajes, se desplazaban con su cama. Los muebles con un uso concreto, como el armario –que era el cuarto de las armas– irían apareciendo paulatinamente como lujos y sofisticaciones cuando la vida ofrecía algo más que una invitación a realizar el esfuerzo de sobrevivir.Si bien los romanos utilizaban un sistema de calefacción subterráneo para caldear las casas, los tapices y las alfombras cumplieron esa labor siglos después. El cristal para cerrar las ventanas no apareció hasta el siglo XIII en las vidrieras de las iglesias. El mismo siglo en el que, en algunas culturas, comenzaron a emplear los tenedores a la hora de comer. La comodidad es un concepto del siglo XVII. Y fue favorecido por culturas pragmáticas, como la nórdica y la anglosajona. Sin embargo, fue Luis XIV quien apostó por los primeros muebles cómodos, mullidos y con brazos. Pero si la comodidad llegó tarde al palacio del Rey Sol, más tarde lo hizo el concepto de intimidad.

Durante siglos, en las posadas se compartían las camas atendiendo al orden de llegada y a la importancia del huésped. No es que las camas escasearan en las posadas, es que no se dispuso de multitud de enseres hasta el siglo XIX, el de la revolución industrial y la fabricación en serie. Por entonces, cuando comenzaban a llegar los campesinos a las ciudades para reconvertirse en obreros, la fantasía de llenar sus viviendas de objetos concluyó en el estilo ecléctico, una especie de todo vale con que se conoce el gusto victoriano.

Si la historia de la casa está plagada de lógica, técnica y azar, la de los jardines retrata lo más elevado del ser humano. También lo más rastrero. Muchas religiones describen el paraíso como un jardín. Allí se produce el encuentro de la naturaleza, el hombre y el arte. Los jardines cuentan los viajes de las personas (Adriano llevó al suyo lo más hermoso de ocho años de periplos por su imperio) y los de las flores: el botín más infravalorado de las cruzadas militares. Si a Grecia debemos las macetas; al jardín árabe, los mosaicos sustituyendo a las flores; y al jardín medieval el arte topiario–que poda arbustos con formas de escudos-. A Inglaterra le debemos la natural artificialidad del jardín inglés (verde y limpio) y a Italia un jardín capaz de brillar durante las cuatro estaciones. Los monarcas hicieron de sus jardines escenarios de su poder absoluto y en el siglo XX hemos llevado el arte al paisaje. Con la vivienda más interesada por el confort que por la apariencia hoy un ejército de paisajistas se ha encargado de cultivar especies autóctonas para dejar como herencia un jardín sostenible.

*Anatxu Zabalbeascoa es autora de "Todo sobre la casa", de Editorial Gustavo Gili, con ilustraciones de Riki Blanco.

Fuente: Arq Clarin

Link: http://www.clarin.com/arq/arquitectura/casas-hablan-pasado-hombre_0_649735216.html

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