Anchas avenidas sin coches ni gente, enormes edificios deshabitados, parques impolutos, centros comerciales gigantescos y vacíos. Esta es la imagen de ciencia ficción de las llamadas “ciudades fantasmas” chinas que los medios de los países desarrollados presentan como ejemplo de absurdo y faraónico despilfarro estatista. Reflejo de la ambivalencia occidental con China, segunda economía mundial nominalmente comunista, grandes medios como el Business Insider o el Daily Mail británico han mostrado presuntas ciudades espectrales como Dantu en el este del país “vacía durante más de una década” para consolidar su batalla contra toda intervención estatal.
Según indicó a Cash Wade Sheppard, autor de Ghost cities of China (Ciudades fantasmas de China) y del blog vagabondjourney, se trata de una imagen simplista y distorsionada. “Estas ciudades fueron noticia porque contribuían a generar la idea de un sistema demente que construía monstruos urbanos que nadie habitaba. Cuando, como está sucediendo, estas ciudades son habitadas, dejan de ser noticia porque muestran que, detrás de estas iniciativas, hay un proyecto de urbanización diferente”, indicó Sheppard.
Este proyecto “diferente” está a la vista en la consigna oficial “construyamos primero que se habitarán después”. Según las cifras oficiales hay unas 600 ciudades en China desde que Mao Tse-tung asumió el poder en 1949. “La palabra ciudad es un término administrativo en China. Cuando decimos que hay 600 nuevas ciudades, es que 600 zonas rurales fueron reorganizadas como ciudades. En muchos casos son nuevos distritos, barrios o municipalidades para millones de personas. En otros son nuevas ciudades, cercanas a algún centro importante. Pero todos tienen una característica común. Son construidas desde cero antes de que siquiera un residente habite la ciudad o exprese un interés en hacerlo”, señala Sheppard.
Las fotos satelitales que tomaron medios como el Business Insider o el Daily Mail para poner el grito en el cielo en diciembre de 2010 sobre el monstruoso despilfarro comunista representaban –como toda foto– un momento de un proceso. La película completa se ve con el paso del tiempo: hoy esa Dantu “sin coches ni gente” tiene unos 380 mil habitantes. Con solo esperar un par de años y enviar un reportero los medios occidentales habrían podido verificar el cambio. “La visité en 2012 y encontré una ciudad activa, con las señales vitales en perfecto orden. Comparada con otras ciudades chinas está menos poblada, pero había gente en las calles, negocios abiertos, gente comiendo noodles, ropa tendida en las ventanas de las casa. De ciudad fantasma, nada”, señala Sheppard.
Un reciente informe del banco Standard Chartered muestra que Dantu, que cuadruplicó su población en los últimos años, no es una excepción. La lista casi completa de las “ciudades fantasmas” que tanto alarmó a los medios occidentales han sido ocupadas como parte de este sistema diferente de planificación urbana. Entre 2012 y 2014 Zhengdong, un nuevo distrito del tamaño de San Francisco en Henan, centro del país, duplicó su población mientras que la prefectura de Changzhou, en el este de China, aumentó en un tercio su población. Kangabashi, una de las más conocidas “ciudades fantasmas”, en Mongolia interior, tendrá 300 mil habitantes en 2020 y el distrito de Nanhui, en Shanghai, unos 800 mil.
En su informe el banco explica que esta población de las ciudades forman parte de la estrategia urbanística china. “Es una estrategia que tiene tres fases. En la inicial se colocan los cimientos y la infraestructura básica de una ciudad. Viene luego una segunda fase de crecimiento con la población y el de las facilidades urbanas y comerciales necesarias y, por último, una etapa final de madurez y plena ocupación del lugar. El proceso tarda normalmente entre 10 y 15 años”, señala el Standard Chartered.
Contradicción
Lejos de ser el capricho de funcionarios con excesivo poder, el debate sobre la urbanización se retrotrae en China a un famoso texto de 1937 de Mao Tse-tung, “Acerca de la Contradicción”, escrito durante la guerra con las fuerzas nacionalistas y contra la ocupación japonesa, en el que colocaba a la contradicción campo-ciudad como uno de los principales retos para el comunismo. Entre la toma de poder en 1949 y la llegada de Deng Xiao Ping en 1978 se construyeron unas 100 ciudades. Este ritmo se aceleró con la reforma económica de los ’80 y alcanzó su ritmo actual con la urbanización nacional de principios de este siglo que ya ha resultado en un cambio demográfico sin precedentes: por primera vez en su historia milenaria hay más chinos en centros urbanos que en el campo.
El último plan de urbanización nacional, que abarca 2014 a 2020, fue anunciado en marzo del año pasado con un costo de 7 billones de dólares (alrededor de la mitad del PBI de Estados Unidos). El plan forma parte de la transición china de una economía basada en las exportaciones a otra más centrada en el consumo y constituye una fuente de demanda para la economía global por las necesidades de materias primas y productos elaborados implícitas en cualquier programa urbanizador.
En un país de las dimensiones geográficas (tercera a nivel mundial) y poblacionales (primera) de China todo proyecto está condenado a un considerable porcentaje de error. El actual modelo urbanístico produjo grandes éxitos como Shenzhen, una ciudad de pescadores, que se convirtió en un centro financiero, exportador e importador, o Pudong, un distrito de Shanghai, construido en los ‘90, que permaneció semivacío durante más de una década y hoy tiene cinco millones de personas.
Junto a estos éxitos, se encuentran caprichos arquitectónicos imitativos como la “Manhattan china” en la norteña Tianjin y la réplica de ciudad británica, Thames Town, en Shanghai. Estos planes urbanísticos han implicado el deplazamiento de millones de campesinos con frecuentes conflictos por la coerción con que se han ejecutado algunos proyectos o la escasa compensación ofrecida.
El peculiar sistema de financiamiento fiscal chino explica en cierta medida estos problemas. Según el Banco Mundial los municipios reciben un monto fijo del gobierno central equivalente a un 40 por ciento de la recaudación: necesitan financiar por sí mismos el 80 por ciento de sus gastos. La venta de tierra adquirida a campesinos para desarrollos urbanos cumple esta función. En 2012 fueron equivalente a unos 438.000 millones de dólares de ingresos.
A este factor se suma el prestigio que dan estos proyectos urbanísticos para ascender en la jerarquía partidaria. El actual premier Li Keqiang es un especialista en desarrollos urbanos que ascendió vertiginosamente en la estructura gracias a la conversión de Zhengzhou en un Nuevo Distrito de China Central en 2003. “Muchas veces se acelera el proceso de construcción para que se complete en el período en que un líder partidario se encuentra a cargo del proyecto”, señala Sheppard.
Hoy hay 10 grandes urbanizaciones propuestas en lugares estratégicos del país, racimos urbanos diseñados para entre 22 y 100 millones de personas. Pero también hay una reformulación del modelo. “Los últimos 15 años fueron de un desarrollo urbano galopante. Ahora están poniendo un poco el freno. Hoy muchas de las urbanizaciones son financiadas por compañías privadas o mixtas que es un cambio fundamental. Hay más planificación. Hay mucho más control del gobierno central”, indicó a Cash.
Fuente: Página 12
Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-8788-2015-09-13.html
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