lunes, 26 de diciembre de 2011

La huelga de los inquilinos de los conventillos de 1907

El modelo agro-exportador construido durante el siglo XIX se expresó en nuestra configuración urbana. En todas las ciudades portuarias se radicaron los numerosos inmigrantes llegados en su mayoría de Italia y España y en menor medida de Europa oriental y Turquía. Expulsados por las guerras y el hambre que éstas producían fueron proveyendo la mano de obra abundante y barata para el desarrollo agrario.


Así definía la situación un cronista de la época:

“Buenos Aires es una ciudad que crece desmesuradamente. El aumento de la población es extraordinario (…). La edificación no progresa lo suficiente para cubrir las necesidades de la avalancha inmigratoria y esto hace que los alquileres sean cada día más elevados y que para alquilar la más mísera vivienda, sea necesaria una infinidad de requisitos. Si a un matrimonio solo le es difícil hallar habitación, al que tiene hijos le es poco menos que imposible, y más imposible cuantos más hijos tiene. De ahí que las más inmundas covachas encuentren con facilidad los inquilinos, ya que Buenos Aires no es una población en la que sea dado andar eligiendo”

Eduardo Gilimón; Hechos y Comentarios, 1911.
 El Departamento Nacional del Trabajo en su Boletín Nº5, de 1908, describía las condiciones de las viviendas de estos trabajadores:

A menudo entre 20 y 70 personas cuentan con una sola letrina para atender sus necesidades y las emanaciones amoniacales que se desprenden en su interior hacen experimentar malestar y lagrimeo a los que penetran en ellas.

Por su parte el Censo Municipal de 1904 registra que el 22% de los conventillos de la Ciudad de Buenos Aires (559) no poseía ningún tipo de baños.

En agosto de 1907, los moradores del conventillo llamado “Los Cuatro Diques”, ubicado en la calle Ituzaingó 279, se negaron a pagar los alquileres de sus habitaciones. Reclamaban una rebaja del 30% y mejoras en las precarias viviendas que ocupaban. El alquiler de una pieza en esas condiciones para una familia obrera alcanzaba en promedio el 30 % de su salario.

El movimiento se extendió rápidamente alcanzó a 300 inquilinatos, la casi totalidad de los conventillos porteños, ubicados en los barrios dela Boca, San Telmo, Barracas, Socorro y Balvanera y llegó hasta las ciudades de Rosario, Bahía Blanca y cruzó el ancho río hasta Montevideo.
El Intendente de Buenos Aires, Carlos Torcuato de Alvear, preocupado por el cariz que toman los acontecimientos, convocó a representantes de los inquilinos para que expongan sus reclamos y les ofrece su mediación. En medio del malestar social que agita a las más importantes ciudades del litoral argentino, el gobierno porteño intenta calmar los ánimos. Pero, a pesar de sus deseos, no logra de parte de las autoridades nacionales una rebaja en las cargas impositivas sobre las casas de inquilinato. El diario La Nación en su edición del 19 de septiembre, se hace eco de la situación y considera que son las autoridades municipales las que deben obligar a los propietarios de casas de inquilinato porteñas a hacer cumplir las disposiciones vigentes sobre higiene y seguridad. Reprueba el alza desmedida de los alquileres y se hace eco del caso de “un conventillo de 50 piezas, al cual se aumentaron los impuestos en una proporción de 80 pesos anuales. Correspondía, pues, el aumento a 1,60 por habitación. Pues bien, el precio de las piezas, que era de $ 20, fue aumentado a 25, de suerte que el propietario escudándose en el recargo aumentó sus utilidades en 2.920 pesos anuales.”

Entre el 1° y el 2 de octubre, en Buenos Aires, unos 250 conventillos se han sumado a la medida de protesta y son más de 1000 en total las casas de inquilinato cuyos habitantes se niegan a pagar los alquileres. Conforme a las estadísticas del Departamento Nacional de Trabajo es posible saber que del movimiento, llegan a participar unas 140.000 personas en todo el país y en Buenos Aires unas 120.000 personas, es decir, alrededor de un 10% de la población de la ciudad ya que la población del país alcanzaba entonces a los 4.600.000 habitantes y aproximadamente una cuarta parte de ella se concentraba en la Capital Federal.

Después de varios choques entre huelguistas y la policías dirigida por el coronel Ramón Falcón, la muerte violenta se hace presente. En un enfrentamiento en el conventillo “Las Catorce Provincias”, del barrio de San Telmo, Miguel Pepe un joven de 18 años muere y tres inquilinos más resultan heridos luego de un tiroteo. El funeral del muchacho da motivo para organizar una marcha de protesta a la que asisten unas 15.000 personas que acompañan los restos del joven fallecido. La marcha se inicia en Plaza Once, pasa por Congreso y luego por la Avenida de Mayo hasta Plaza San Martín. Durante la misma se producen nuevos choques entre manifestantes y fuerzas del orden.

Los anarquistas apoyaron con énfasis y dieron un importante impulso al movimiento ya que muchos de los inquilinos participaban de esa identidad política. A través del sindicato de Conductores de Carros pusieron a su disposición a carros y carreros para que transportaran y resguardaran las pertenencias de los locatarios desalojados. Los socialistas tuvieron sus reservas al inicio del movimiento pero luego brindaron defensa jurídica a los detenidos y desalojados. Propusieron a futuro la organización de trabajadores en cooperativas de vivienda.

En tanto, los intentos de desalojo eran resistidos particularmente por las mujeres y los niños -que marchaban con escobas al hombro “para barrer a los caseros”-, ya que la mayoría de los hombres adultos estaban ausentes por el trabajo.

La policía reprimía dentro de los conventillos en esos horarios. Estos ataques fueron valientemente enfrentados por las mujeres, armadas con escobas, piedras y baldes de agua hirviendo.

También fueron ellas las que encabezaron la organización de marchas por

los barrios de la ciudad. Algunas de las que podemos rescatar a través de las fuentes históricas están Juana Rouco Buela, dirigente del Centro Anarquista Femenino; Virginia Bolten, directora del periódico La Voz dela Mujer, de 1922 a 1925; la China María y María Collazo, recordada esta última por la arenga pronunciada en el conventillo de la calle Estado Unidos 768 durante un festejo por la huelga.

El diario anarquista “La Protesta” relataba un episodio el 12 de octubre de 1907 en página 1: En la calle Defensa existe un conventillo cuyo encargado quiso sentar plaza de hombre guapo golpeando bárbaramente a un muchacho de tierna edad. Esta guapeza le valió una soberana paliza, paliza aplicada por las mujeres que habitan en la casa, quienes justamente indignadas ante la cobardía del casero bruto, acudieron a la defensa del menor para libertarlo de las garras del tigre. Las valerosas mujeres, después de derribarlo al suelo impidiéndole todo movimiento, se les ocurrió la humorada de quitarle los calzones, largándolo en tal facha a la calle, provocando la risa de todos los espectadores de este curioso y divertido sainete. Fue necesario la intervención del vigilante de la esquina para que las inquilinas le devolviesen los pantalones.” Otras escenas de represión quedaron plasmadas por este periódico: en el conventillo de la calle Ituzaingó, “la comisaría entra en acción a machetazos y manotones. Se arrastra a las mujeres de los cabellos, como el caso de Josefa Batar, el comisario la hace pisar por el caballo, Ana Llondeau, encinta, arrastrada de los pelos, Catalina Álvarez y Josefa Rodríguez, heridas”.

El movimiento duró cuatro meses y tuvo resultados dispares. En algunos conventillos los propietarios aceptaron parcialmente las demandas. En otros recurrieron al poder del Estado para efectuar violentos desalojos y aplicar la Ley de Residencia por la que expulsó del país a numerosos inquilinos. Algunos de estos propietarios fueron entre otros: el autor del arreglo del Himno Nacional, Juan Pedro Esnaola; el empresario marítimo Nicolás Mihanovich y un estanciero de apellido Anchorena. Hacia fin del año la protesta fue perdiendo fuerza y se diluyó.

Autor: Rafael Cullen*

Fuente: juntahistorialaboca.blogspot.com

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lunes, 26 de diciembre de 2011

La huelga de los inquilinos de los conventillos de 1907

El modelo agro-exportador construido durante el siglo XIX se expresó en nuestra configuración urbana. En todas las ciudades portuarias se radicaron los numerosos inmigrantes llegados en su mayoría de Italia y España y en menor medida de Europa oriental y Turquía. Expulsados por las guerras y el hambre que éstas producían fueron proveyendo la mano de obra abundante y barata para el desarrollo agrario.


Así definía la situación un cronista de la época:

“Buenos Aires es una ciudad que crece desmesuradamente. El aumento de la población es extraordinario (…). La edificación no progresa lo suficiente para cubrir las necesidades de la avalancha inmigratoria y esto hace que los alquileres sean cada día más elevados y que para alquilar la más mísera vivienda, sea necesaria una infinidad de requisitos. Si a un matrimonio solo le es difícil hallar habitación, al que tiene hijos le es poco menos que imposible, y más imposible cuantos más hijos tiene. De ahí que las más inmundas covachas encuentren con facilidad los inquilinos, ya que Buenos Aires no es una población en la que sea dado andar eligiendo”

Eduardo Gilimón; Hechos y Comentarios, 1911.
 El Departamento Nacional del Trabajo en su Boletín Nº5, de 1908, describía las condiciones de las viviendas de estos trabajadores:

A menudo entre 20 y 70 personas cuentan con una sola letrina para atender sus necesidades y las emanaciones amoniacales que se desprenden en su interior hacen experimentar malestar y lagrimeo a los que penetran en ellas.

Por su parte el Censo Municipal de 1904 registra que el 22% de los conventillos de la Ciudad de Buenos Aires (559) no poseía ningún tipo de baños.

En agosto de 1907, los moradores del conventillo llamado “Los Cuatro Diques”, ubicado en la calle Ituzaingó 279, se negaron a pagar los alquileres de sus habitaciones. Reclamaban una rebaja del 30% y mejoras en las precarias viviendas que ocupaban. El alquiler de una pieza en esas condiciones para una familia obrera alcanzaba en promedio el 30 % de su salario.

El movimiento se extendió rápidamente alcanzó a 300 inquilinatos, la casi totalidad de los conventillos porteños, ubicados en los barrios dela Boca, San Telmo, Barracas, Socorro y Balvanera y llegó hasta las ciudades de Rosario, Bahía Blanca y cruzó el ancho río hasta Montevideo.
El Intendente de Buenos Aires, Carlos Torcuato de Alvear, preocupado por el cariz que toman los acontecimientos, convocó a representantes de los inquilinos para que expongan sus reclamos y les ofrece su mediación. En medio del malestar social que agita a las más importantes ciudades del litoral argentino, el gobierno porteño intenta calmar los ánimos. Pero, a pesar de sus deseos, no logra de parte de las autoridades nacionales una rebaja en las cargas impositivas sobre las casas de inquilinato. El diario La Nación en su edición del 19 de septiembre, se hace eco de la situación y considera que son las autoridades municipales las que deben obligar a los propietarios de casas de inquilinato porteñas a hacer cumplir las disposiciones vigentes sobre higiene y seguridad. Reprueba el alza desmedida de los alquileres y se hace eco del caso de “un conventillo de 50 piezas, al cual se aumentaron los impuestos en una proporción de 80 pesos anuales. Correspondía, pues, el aumento a 1,60 por habitación. Pues bien, el precio de las piezas, que era de $ 20, fue aumentado a 25, de suerte que el propietario escudándose en el recargo aumentó sus utilidades en 2.920 pesos anuales.”

Entre el 1° y el 2 de octubre, en Buenos Aires, unos 250 conventillos se han sumado a la medida de protesta y son más de 1000 en total las casas de inquilinato cuyos habitantes se niegan a pagar los alquileres. Conforme a las estadísticas del Departamento Nacional de Trabajo es posible saber que del movimiento, llegan a participar unas 140.000 personas en todo el país y en Buenos Aires unas 120.000 personas, es decir, alrededor de un 10% de la población de la ciudad ya que la población del país alcanzaba entonces a los 4.600.000 habitantes y aproximadamente una cuarta parte de ella se concentraba en la Capital Federal.

Después de varios choques entre huelguistas y la policías dirigida por el coronel Ramón Falcón, la muerte violenta se hace presente. En un enfrentamiento en el conventillo “Las Catorce Provincias”, del barrio de San Telmo, Miguel Pepe un joven de 18 años muere y tres inquilinos más resultan heridos luego de un tiroteo. El funeral del muchacho da motivo para organizar una marcha de protesta a la que asisten unas 15.000 personas que acompañan los restos del joven fallecido. La marcha se inicia en Plaza Once, pasa por Congreso y luego por la Avenida de Mayo hasta Plaza San Martín. Durante la misma se producen nuevos choques entre manifestantes y fuerzas del orden.

Los anarquistas apoyaron con énfasis y dieron un importante impulso al movimiento ya que muchos de los inquilinos participaban de esa identidad política. A través del sindicato de Conductores de Carros pusieron a su disposición a carros y carreros para que transportaran y resguardaran las pertenencias de los locatarios desalojados. Los socialistas tuvieron sus reservas al inicio del movimiento pero luego brindaron defensa jurídica a los detenidos y desalojados. Propusieron a futuro la organización de trabajadores en cooperativas de vivienda.

En tanto, los intentos de desalojo eran resistidos particularmente por las mujeres y los niños -que marchaban con escobas al hombro “para barrer a los caseros”-, ya que la mayoría de los hombres adultos estaban ausentes por el trabajo.

La policía reprimía dentro de los conventillos en esos horarios. Estos ataques fueron valientemente enfrentados por las mujeres, armadas con escobas, piedras y baldes de agua hirviendo.

También fueron ellas las que encabezaron la organización de marchas por

los barrios de la ciudad. Algunas de las que podemos rescatar a través de las fuentes históricas están Juana Rouco Buela, dirigente del Centro Anarquista Femenino; Virginia Bolten, directora del periódico La Voz dela Mujer, de 1922 a 1925; la China María y María Collazo, recordada esta última por la arenga pronunciada en el conventillo de la calle Estado Unidos 768 durante un festejo por la huelga.

El diario anarquista “La Protesta” relataba un episodio el 12 de octubre de 1907 en página 1: En la calle Defensa existe un conventillo cuyo encargado quiso sentar plaza de hombre guapo golpeando bárbaramente a un muchacho de tierna edad. Esta guapeza le valió una soberana paliza, paliza aplicada por las mujeres que habitan en la casa, quienes justamente indignadas ante la cobardía del casero bruto, acudieron a la defensa del menor para libertarlo de las garras del tigre. Las valerosas mujeres, después de derribarlo al suelo impidiéndole todo movimiento, se les ocurrió la humorada de quitarle los calzones, largándolo en tal facha a la calle, provocando la risa de todos los espectadores de este curioso y divertido sainete. Fue necesario la intervención del vigilante de la esquina para que las inquilinas le devolviesen los pantalones.” Otras escenas de represión quedaron plasmadas por este periódico: en el conventillo de la calle Ituzaingó, “la comisaría entra en acción a machetazos y manotones. Se arrastra a las mujeres de los cabellos, como el caso de Josefa Batar, el comisario la hace pisar por el caballo, Ana Llondeau, encinta, arrastrada de los pelos, Catalina Álvarez y Josefa Rodríguez, heridas”.

El movimiento duró cuatro meses y tuvo resultados dispares. En algunos conventillos los propietarios aceptaron parcialmente las demandas. En otros recurrieron al poder del Estado para efectuar violentos desalojos y aplicar la Ley de Residencia por la que expulsó del país a numerosos inquilinos. Algunos de estos propietarios fueron entre otros: el autor del arreglo del Himno Nacional, Juan Pedro Esnaola; el empresario marítimo Nicolás Mihanovich y un estanciero de apellido Anchorena. Hacia fin del año la protesta fue perdiendo fuerza y se diluyó.

Autor: Rafael Cullen*

Fuente: juntahistorialaboca.blogspot.com

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