lunes, 5 de diciembre de 2011

Los barrios porteños con hinchada propia

¿Que pasa cuando un estadio de fútbol domina la geografía de un lugar? Calles, bares, vecinos y murales que les hacen honor a los colores de una camiseta. ¿Cuál otro agregarías?




El barrio en Globo


Vale la pena llegar hasta el final de la avenida Pueyrredón (y su continuación, Jujuy), para contemplar de frente la elegante construcción del estadio de Huracán, también llamado el "Palacio de Cemento" por su estilo de arquitectura, que lo convierte en uno de los más lindos de la Argentina. El barrio, Parque Patricios, se caracteriza por el tránsito de camiones y por los murales de inspiración tanguera en la que se combinan imágenes de milongas con el tradicional globo que identifica al club. A una cuadra del estadio, en Amancio Alcorta y Lavardén, se puede comer algo en la parrilla Blanco y Rojo, en clara alusión a los colores del club. Si queremos pasear, mejor subir hasta Caseros y recorrer el parque Patricios, en continuado con el parque Ameghino, que, gracias a la puesta en marcha del Distrito Tecnológico, están renovados. Para quienes busquen reproducir el recorrido clásico de un hincha del Globo, el imperativo es el restaurante La Taberna de Roberto, en Caseros y Maza.


Paseo de los bohemios

Si algo caracteriza a los alrededores de la cancha de Atlanta, es su movimiento social y comercial. En Villa Crespo hay de todo, desde la multitud de talleres mecánicos de la avenida Warnes hasta los barcitos cool. Palermo extiende sus dominios también sobre este barrio tradicional, al que han querido rebautizar Palermo Queens. El estadio de los bohemios se encuentra justo detrás de las vías del San Martín, sobre la calle Humboldt (desde Corrientes, las huellas azules y amarillas hacen de guía). Un paseo clásico por el barrio futbolero incluye una parada en la pizzería Angelito, decorada con los colores de Atlanta, en Camargo y Scalabrini Ortiz. Otro imperativo es el centenario bar San Bernardo, que no cierra nunca, literalmente ( Corrientes 5436 ). Allí se congregan los notables, viejos y jóvenes, para jugar al ping-pong, al pool o al dominó. Del otro lado de Corrientes se intuye la influencia palermitana. En Vera y Acevedo se encuentra el Café Crespín, famoso por su brunch superpoderoso. Atlanta es una de las canchas mejor comunicadas de la ciudad: casi todos los bondis te dejan bien, literal.

En busca de la pasión perdida

Se dice que Núñez es el barrio de los millonarios, aunque lo cierto es que aquí no se respira ese aire de arrabal tan característico de otras zonas futboleras. Recorriendo las cuadras aledañas al Monumental, uno puede suponer que allí no residen los fanáticos, sino sólo vecinos de un área privilegiada de la ciudad. Eso sí, en Monroe y Libertador, justo en la esquina en que se abre el tradicional bulevar Lindoro Quinteros, se encuentra el café Morrison, parada obligada de cerveza y picada antes de cualquier partido o recital. En Libertador y Udaondo está la parrilla La Posta de los Galanes, para el que quiera reemplazar el choripán de los puestitos de la calle. Allí comienza una peregrinación que incluye una posible plegaria en la iglesia Santiago Apóstol y que culmina en Figueroa Alcorta, en la esquina de la Shell, una buena referencia para concretar encuentros. La melancolía del pasado invade la zona cuando nos encontramos con la fachada del que fue el boliche Western, con su escenografía abandonada del Lejano Oeste y con la construcción espacial de lo que alguna vez fue Club 74. Pero mejor levantemos el ánimo con un happy hour en Manero, el barcito canchero ubicado en Monroe y Dragones.

El triunfo del marketing

A la hora de competir por el interés turístico, Boca gana por goleada. Las cuadras que rodean la Bombonera podrían ser denominadas la capital del marketing futbolístico. El club xeneize se aprovecha de la mística del barrio de casitas de colores para reproducirlo en distintas escenografías. Hace unos meses se inauguraron los nuevos murales que adornan el pasaje Garibaldi, que conecta la cancha con Caminito y por el que, tres veces al día, pasa el tren de carga de la línea Belgrano Sur. Los dibujos realizados por artistas callejeros conviven con la parrilla Los Talleres, que dispone mesas con manteles y sifones casi sobre las vías. Entre los emprendimientos teñidos de azul y amarillo, se destaca el complejo Boca Tango que, además de restaurante y pista de baile, incluye el Museo del Conventillo, una puesta en escena que viene a representar un paseo exprés por el barrio. Resulta obligatorio comer un choripán en La Glorieta de Quique, el célebre jefe de la barra brava de Boca que ha copado los locales de la calle Brandsen con distintas tiendas de souvenirs. Además del museo de Boca y de la vereda estrellada con los nombres grandes del club, en la esquina de Iberlucea se encuentra el restaurante Don Carlos, famoso por las degustaciones de comida casera. Para el hambre bostera después del partido: la pizza de Los Campeones, en Montes de Oca y Brandsen. ¿Que pasa cuando un estadio de futbol domina la geografia de un lugar? Calles, bares, vecinos y murales que les hacen honor a los colores de una camiseta.

Fuente: Brando

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lunes, 5 de diciembre de 2011

Los barrios porteños con hinchada propia

¿Que pasa cuando un estadio de fútbol domina la geografía de un lugar? Calles, bares, vecinos y murales que les hacen honor a los colores de una camiseta. ¿Cuál otro agregarías?




El barrio en Globo


Vale la pena llegar hasta el final de la avenida Pueyrredón (y su continuación, Jujuy), para contemplar de frente la elegante construcción del estadio de Huracán, también llamado el "Palacio de Cemento" por su estilo de arquitectura, que lo convierte en uno de los más lindos de la Argentina. El barrio, Parque Patricios, se caracteriza por el tránsito de camiones y por los murales de inspiración tanguera en la que se combinan imágenes de milongas con el tradicional globo que identifica al club. A una cuadra del estadio, en Amancio Alcorta y Lavardén, se puede comer algo en la parrilla Blanco y Rojo, en clara alusión a los colores del club. Si queremos pasear, mejor subir hasta Caseros y recorrer el parque Patricios, en continuado con el parque Ameghino, que, gracias a la puesta en marcha del Distrito Tecnológico, están renovados. Para quienes busquen reproducir el recorrido clásico de un hincha del Globo, el imperativo es el restaurante La Taberna de Roberto, en Caseros y Maza.


Paseo de los bohemios

Si algo caracteriza a los alrededores de la cancha de Atlanta, es su movimiento social y comercial. En Villa Crespo hay de todo, desde la multitud de talleres mecánicos de la avenida Warnes hasta los barcitos cool. Palermo extiende sus dominios también sobre este barrio tradicional, al que han querido rebautizar Palermo Queens. El estadio de los bohemios se encuentra justo detrás de las vías del San Martín, sobre la calle Humboldt (desde Corrientes, las huellas azules y amarillas hacen de guía). Un paseo clásico por el barrio futbolero incluye una parada en la pizzería Angelito, decorada con los colores de Atlanta, en Camargo y Scalabrini Ortiz. Otro imperativo es el centenario bar San Bernardo, que no cierra nunca, literalmente ( Corrientes 5436 ). Allí se congregan los notables, viejos y jóvenes, para jugar al ping-pong, al pool o al dominó. Del otro lado de Corrientes se intuye la influencia palermitana. En Vera y Acevedo se encuentra el Café Crespín, famoso por su brunch superpoderoso. Atlanta es una de las canchas mejor comunicadas de la ciudad: casi todos los bondis te dejan bien, literal.

En busca de la pasión perdida

Se dice que Núñez es el barrio de los millonarios, aunque lo cierto es que aquí no se respira ese aire de arrabal tan característico de otras zonas futboleras. Recorriendo las cuadras aledañas al Monumental, uno puede suponer que allí no residen los fanáticos, sino sólo vecinos de un área privilegiada de la ciudad. Eso sí, en Monroe y Libertador, justo en la esquina en que se abre el tradicional bulevar Lindoro Quinteros, se encuentra el café Morrison, parada obligada de cerveza y picada antes de cualquier partido o recital. En Libertador y Udaondo está la parrilla La Posta de los Galanes, para el que quiera reemplazar el choripán de los puestitos de la calle. Allí comienza una peregrinación que incluye una posible plegaria en la iglesia Santiago Apóstol y que culmina en Figueroa Alcorta, en la esquina de la Shell, una buena referencia para concretar encuentros. La melancolía del pasado invade la zona cuando nos encontramos con la fachada del que fue el boliche Western, con su escenografía abandonada del Lejano Oeste y con la construcción espacial de lo que alguna vez fue Club 74. Pero mejor levantemos el ánimo con un happy hour en Manero, el barcito canchero ubicado en Monroe y Dragones.

El triunfo del marketing

A la hora de competir por el interés turístico, Boca gana por goleada. Las cuadras que rodean la Bombonera podrían ser denominadas la capital del marketing futbolístico. El club xeneize se aprovecha de la mística del barrio de casitas de colores para reproducirlo en distintas escenografías. Hace unos meses se inauguraron los nuevos murales que adornan el pasaje Garibaldi, que conecta la cancha con Caminito y por el que, tres veces al día, pasa el tren de carga de la línea Belgrano Sur. Los dibujos realizados por artistas callejeros conviven con la parrilla Los Talleres, que dispone mesas con manteles y sifones casi sobre las vías. Entre los emprendimientos teñidos de azul y amarillo, se destaca el complejo Boca Tango que, además de restaurante y pista de baile, incluye el Museo del Conventillo, una puesta en escena que viene a representar un paseo exprés por el barrio. Resulta obligatorio comer un choripán en La Glorieta de Quique, el célebre jefe de la barra brava de Boca que ha copado los locales de la calle Brandsen con distintas tiendas de souvenirs. Además del museo de Boca y de la vereda estrellada con los nombres grandes del club, en la esquina de Iberlucea se encuentra el restaurante Don Carlos, famoso por las degustaciones de comida casera. Para el hambre bostera después del partido: la pizza de Los Campeones, en Montes de Oca y Brandsen. ¿Que pasa cuando un estadio de futbol domina la geografia de un lugar? Calles, bares, vecinos y murales que les hacen honor a los colores de una camiseta.

Fuente: Brando

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