lunes, 17 de abril de 2017

Vivir en comunidad comienza a ser un negocio inmobiliario

El co-living, una manera de habitar compartiendo espacios, crece en la Argentina y en el mundo. Cómo funciona.


Disfrutá una experiencia de vida sin dificultades, que permita que te enfoques en las cosas que realmente te importan”, invita The Collective, una empresa que cuenta con seis edificios de co-living ubicados en distintos puntos de Londres.

Esta frase publicitaria define en parte el co-living, cuya versatilidad lo hace difícil de describir. Básicamente, se trata de edificios de viviendas en los que se comparten las áreas comunes, como la cocina, el comedor y otros ambientes. Cada una de las personas que lo habitan cuenta con una habitación y un cuarto de baño como espacios privados, por lo que el valor por unidad es menor. La modalidad de acceso es el alquiler por día, semana, mes o año.
Juan Mora, CEO de Casa Campus, la primera experiencia de co-living del país, explica: “Esta tendencia nació hace muchos años en California y en Londres con la versión de ‘student housing’, pero esta intención de querer compartir la vida se extendió a otros segmentos sociales”.

asa Campus Pilar. Está en marcha la segunda fase del primer co-living argentino. La misma compañía abrirá otros dos emprendimientos en los barrios porteños de Congreso y San Telmo.

Al ser atractivo para estudiantes, jóvenes profesionales y hasta turistas, las universidades y las corporaciones se convirtieron en las grandes impulsoras de este estilo de vida, que tiene su antecedente en el co-working, espacios de trabajo compartidos. Ambas modalidades están apoyadas en las preferencias de los llamados millenials, más sociables y abiertos a los cambios en el mundo laboral. Para este grupo etario, el aprendizaje nace del contacto con otras personas y con otras culturas más que en las aulas, y el progreso en el trabajo depende de un esfuerzo individual que sume a un equipo. We live, un co-living que funciona en Nueva York y Washington, es un buen ejemplo de la cultura millenial, al punto de que su eslogan es: “Los demás nos ayudan a ser mejores”.

El co-living tiene ventajas para quien tenga ganas de ver un partido de fútbol con sus vecinos en la sala de estar comunitaria, o guste de cenar todos los días acompañado. Para alquilar, no es necesario presentar una garantía propietaria ni conlleva otros gastos aparte del valor del tiempo por el que piensa quedarse. Y se pueden disfrutar de ciertas comodidades, como bares, salas de relax y áreas de trabajo dentro de la misma propiedad, que no son habituales en los edificios tradicionales. En el caso argentino, el valor mensual de una unidad es de US$ 500.

Mora afirma: “Ni el co-working ni el co-living hubieran sido posibles sin un mercado inmobiliario receptivo. Con la recuperación de la economía global después de la caída del mercado de viviendas de 2008 en los Estados Unidos, el mercado inmobiliario tomó impulso y buscó nuevas modalidades de inversión”.

Las administraciones no sólo se ocupan del alquiler y del mantenimiento del edificio. También generan actividades para “hacer comunidad”

Casa Campus ya está funcionando en Pilar, donde está en construcción un segundo edificio, y tiene en pleno desarrollo otros dos en Congreso y San Telmo. Su fuerte es el vínculo con las universidades y el hecho de que Argentina “recibe cada vez más estudiantes extranjeros”, detalla Mora. Pero este segmento no es el único destinatario de los co-livings. Si se dejan de lado los slogans publicitarios y los amenities, no son más que conventillos modernos, en los que cada uno de sus habitantes aporta su cultura. Y así como los co-living son una expresión del estilo de vida más fluctuante de los jóvenes, también son una respuesta a la dificultad que tienen para acceder a la vivienda propia.

En la Argentina, hasta el momento, la única modalidad que existe es la que permite al inversor adquirir una unidad, cuya administración cede a un consorcio, que se ocupa del alquiler y el mantenimiento del edificio. El precio por unidad está alrededor de los US$ 80 mil, mientras que la renta neta corriente está entre el 6,5% y el 8%, según detalla Mora.

En el exterior, en cambio, además de esta posibilidad existen empresas que son propietarias de todo el inmueble, el cual también administran.

En cuanto al diseño, en las grandes ciudades del mundo, como Londres y Nueva York, las habitaciones privadas son de un metraje reducido, mientras que el acento está puesto en la comodidad de los espacios comunes.

Fuente: Clarín 

Link: https://arq.clarin.com/arq/inmobiliario/vivir-comunidad-comienza-negocio-inmobiliario_0_B1zbPnSox.html

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lunes, 17 de abril de 2017

Vivir en comunidad comienza a ser un negocio inmobiliario

El co-living, una manera de habitar compartiendo espacios, crece en la Argentina y en el mundo. Cómo funciona.


Disfrutá una experiencia de vida sin dificultades, que permita que te enfoques en las cosas que realmente te importan”, invita The Collective, una empresa que cuenta con seis edificios de co-living ubicados en distintos puntos de Londres.

Esta frase publicitaria define en parte el co-living, cuya versatilidad lo hace difícil de describir. Básicamente, se trata de edificios de viviendas en los que se comparten las áreas comunes, como la cocina, el comedor y otros ambientes. Cada una de las personas que lo habitan cuenta con una habitación y un cuarto de baño como espacios privados, por lo que el valor por unidad es menor. La modalidad de acceso es el alquiler por día, semana, mes o año.
Juan Mora, CEO de Casa Campus, la primera experiencia de co-living del país, explica: “Esta tendencia nació hace muchos años en California y en Londres con la versión de ‘student housing’, pero esta intención de querer compartir la vida se extendió a otros segmentos sociales”.

asa Campus Pilar. Está en marcha la segunda fase del primer co-living argentino. La misma compañía abrirá otros dos emprendimientos en los barrios porteños de Congreso y San Telmo.

Al ser atractivo para estudiantes, jóvenes profesionales y hasta turistas, las universidades y las corporaciones se convirtieron en las grandes impulsoras de este estilo de vida, que tiene su antecedente en el co-working, espacios de trabajo compartidos. Ambas modalidades están apoyadas en las preferencias de los llamados millenials, más sociables y abiertos a los cambios en el mundo laboral. Para este grupo etario, el aprendizaje nace del contacto con otras personas y con otras culturas más que en las aulas, y el progreso en el trabajo depende de un esfuerzo individual que sume a un equipo. We live, un co-living que funciona en Nueva York y Washington, es un buen ejemplo de la cultura millenial, al punto de que su eslogan es: “Los demás nos ayudan a ser mejores”.

El co-living tiene ventajas para quien tenga ganas de ver un partido de fútbol con sus vecinos en la sala de estar comunitaria, o guste de cenar todos los días acompañado. Para alquilar, no es necesario presentar una garantía propietaria ni conlleva otros gastos aparte del valor del tiempo por el que piensa quedarse. Y se pueden disfrutar de ciertas comodidades, como bares, salas de relax y áreas de trabajo dentro de la misma propiedad, que no son habituales en los edificios tradicionales. En el caso argentino, el valor mensual de una unidad es de US$ 500.

Mora afirma: “Ni el co-working ni el co-living hubieran sido posibles sin un mercado inmobiliario receptivo. Con la recuperación de la economía global después de la caída del mercado de viviendas de 2008 en los Estados Unidos, el mercado inmobiliario tomó impulso y buscó nuevas modalidades de inversión”.

Las administraciones no sólo se ocupan del alquiler y del mantenimiento del edificio. También generan actividades para “hacer comunidad”

Casa Campus ya está funcionando en Pilar, donde está en construcción un segundo edificio, y tiene en pleno desarrollo otros dos en Congreso y San Telmo. Su fuerte es el vínculo con las universidades y el hecho de que Argentina “recibe cada vez más estudiantes extranjeros”, detalla Mora. Pero este segmento no es el único destinatario de los co-livings. Si se dejan de lado los slogans publicitarios y los amenities, no son más que conventillos modernos, en los que cada uno de sus habitantes aporta su cultura. Y así como los co-living son una expresión del estilo de vida más fluctuante de los jóvenes, también son una respuesta a la dificultad que tienen para acceder a la vivienda propia.

En la Argentina, hasta el momento, la única modalidad que existe es la que permite al inversor adquirir una unidad, cuya administración cede a un consorcio, que se ocupa del alquiler y el mantenimiento del edificio. El precio por unidad está alrededor de los US$ 80 mil, mientras que la renta neta corriente está entre el 6,5% y el 8%, según detalla Mora.

En el exterior, en cambio, además de esta posibilidad existen empresas que son propietarias de todo el inmueble, el cual también administran.

En cuanto al diseño, en las grandes ciudades del mundo, como Londres y Nueva York, las habitaciones privadas son de un metraje reducido, mientras que el acento está puesto en la comodidad de los espacios comunes.

Fuente: Clarín 

Link: https://arq.clarin.com/arq/inmobiliario/vivir-comunidad-comienza-negocio-inmobiliario_0_B1zbPnSox.html

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