En la zona de la Boca, sobre las bases del antiguo Frigorífico Pampa, en Caboto 420, asoma "Puerto Pampa", un imponente emprendimiento que apunta a convertirse en un complejo de usos mixtos de 120.000 metros cuadrados. La arquitecta María Hojman, socia en el estudio Aisenson -a cargo del proyecto junto al estudio KWZ- destaca el dinamismo de esta obra. Partir de un espacio con historia plantea constantes desafíos a la creatividad.
"Se trata de una obra en permanente cambio. Cada vez que uno quiere intervenir tiene que demoler, ver qué es lo que está y, en función de eso, ir proyectando. Es interesante cómo los arquitectos y otros profesionales nos paramos frente a un tema de arquitectura que nos plantea ir resolviendo día a día, minuto a minuto en una enorme escala", cuenta con entusiasmo Hojman.
El proyecto se está llevando a cabo en diferentes etapas que contemplan unidades con dimensiones que van entre los 40 y los 200 metros cuadrados. "Es interesante el trabajo por etapas porque a lo largo de este tiempo también el barrio empezó a cambiar, justamente por la dinámica que producen las obras en relación a la ciudad. Una obra de este tamaño produce enormes cambios. Y ya la Usina también tuvo gran impacto en la zona", destaca la arquitecta.
La primera etapa, ya inaugurada, trabaja en sintonía con el color del barrio, algo que para los arquitectos de Aisenson es fundamental. "Hay un color, una manera de comportarse característica de la ciudad. Uno hace ciudad, y creemos que se pueden hacer proyectos de arquitectura en los que no se trata de destacar la singularidad y la diferencia con el entorno, sino el respeto por el mismo. Nosotros venimos trabajando con este concepto, que tiene algo de silencioso, clásico, pero que creemos que aporta a la arquitectura de hoy. La modernidad es también ser silencioso. Pero se trata de un silencio contundente, que dice mucho, que integra", señala Hojman.
El estudio Aisenson -que ya lleva más de 80 años de trayectoria- tiene experiencia en proyectos donde el valor histórico marca una impronta fuerte. El proyecto ganador del primer premio del Concurso Nacional para el completamiento de Manzana de las Luces en 2011 hizo hincapié en la importancia del contexto y sentó precedentes sobre el modo en que trabajarían en espacios patrimoniales. Sobre esas bases, se trabajó también el proyecto de ampliación del edificio del Banco de Córdoba, en la manzana jesuítica de la ciudad, que concentra muchas construcciones con valor patrimonial.
El arquitecto Rodrigo Grassi, perteneciente al estudio, reflexiona en este sentido: "En las ciudades contemporáneas, una de las condiciones que se dan es la fragmentación permanente. No-sotros tendemos a modelar y, si es en un contexto de valor histórico, a integrar y consolidar la manzana, a reconocer los patrones".
Para él, el respeto por las normas es crucial y debe ir acompañado de un alto grado de criterio y flexibilidad conceptual para poder integrar. "El entorno histórico no es homogéneo, pero sí tiene ciertas tendencias. Se trata de descifrarlas", concluye.
Paredes que hablan
San Telmo es uno de los barrios de la ciudad con mayores tesoros históricos. Allí, en Bolívar 1610, el edificio "La Editorial" fusiona historia y modernidad en una combinación que se destaca por su originalidad, ideal para espíritus bohemios y amantes de las comodidades. Se trata de una remodelación sobre una planta que funcionó como imprenta desde la primera mitad del siglo XX, y luego de su cierre pasó años abandonada hasta su reciente revitalización como edificio de viviendas.
Este emprendimiento estuvo a cargo de dos estudios que trabajaron en sintonía: Lopatin Arquitectos se encargó del proyecto, mientras que la dirección de obra la realizó el Estudio Ditaranto/Zitarrosa. El punto de partida fue el patrimonio del edificio: su fachada racionalista, muros de 60 centímetros de espesor y la estructura. Sobre estas bases se trabajó para ampliar las dimensiones del edificio, algo que se logró a través de entrepisos nuevos en espacios donde la altura lo permitía, teniendo en cuenta que el edificio cuenta con techos altos.
El trabajo sobre los materiales fue crucial, así como la etapa de estudio de obra. El arquitecto Pablo Ditaranto señala que antes de empezar a construir se hizo un exhaustivo chequeo de la resistencia de las columnas, teniendo en cuenta la ampliación que se iba a realizar. El estudio indicó que era necesario trabajar sobre la estructura para que pudiera resistir más peso: se alivianó al máximo la carga que iba a las columnas existentes, se excavaron todas las columnas, se les sacó la base y se refundó cada columna a un metro más de profundidad. Con las nuevas bases, las columnas se encamisaron para que pudieran soportar más carga. Una tarea de gran envergadura que requirió de conocimiento y buenas ideas.
"Los propietarios querían lograr un edificio de viviendas con estética neoyorkina y con paredes de ladrillo visto. Donde se pudo se trabajó con la estética que ya venía con el edificio industrial, y también se tomaron decisiones que tienen que ver con la arquitectura moderna, como los amenities, la terraza o la pileta. En este tipo de trabajos se genera un ida y vuelta con lo que propone el edificio", detalla el arquitecto.
"Un reciclaje no tiene nada que ver con una obra que nace de cero. El mismo edificio te va llevando a tomar decisiones en cuanto a la funcionalidad y la estética. Se trata de cuidar un patrimonio histórico y en el recorrido del edificio hay que lograr vivirlo", sintetiza Ditaranto. Así, "La Editorial" conserva una delicada alquimia entre presente y pasado. Se respetó la división en tres bloques separados por patios y cada departamento es único y singular, con diferentes dimensiones -hay de entre 45 y 140 metros cuadrados. La historia del edificio se puede intuir a través de las bovedillas antiguas, los techos altos, los patios y el vitraux restaurado, original del edificio, que recibe a los recién llegados en el hall de entrada.
Respeto por la tradición
El arquitecto Marcelo Magadán cuenta con una amplia experiencia en obras de restauración y reciclado. Sus 30 años en esta especialidad lo llevaron a hacerse cargo de la recuperación de la envolvente del edificio Bunge Born, las intervenciones de las fachadas del Edificio Kavanagh, del Centro Naval, del Teatro Colón y del Palacio de Justicia. Además, su trabajo en la Misión Jesuítica Guaraní de San Ignacio Miní, un proyecto promovido por el WMF (World Monuments Fund) en forma conjunta con el Programa Misiones Jesuíticas del Gobierno de la Provincia de Misiones, dio como resultado un manual de conservación para las misiones, que fue coeditado por la Unesco y el WMF.
Entre sus premisas fundamentales a la hora de trabajar en una restauración están la mínima intervención, el máximo respeto por el original, la reversibilidad de las operaciones y la neutralidad e identificación de las partes nuevas o agregadas. "En un edificio hay que identificar aquellas áreas y elementos que hacen a su esencia y carácter, los que debemos preservar a rajatabla.
Gradualmente, otras áreas de menor relevancia admitirán mayores niveles de intervención. Esta información hay que cruzarla con los requerimientos del programa de necesidades para encontrar las soluciones más convenientes y amigables, dando respuesta a las necesidades contemporáneas que permitan mantener la construcción en pleno uso", señala Magadán.
Cuenta que su mayor desafío como especialista en la materia es responder a las necesidades del proyecto respetando el edificio original, para que la historia de esa construcción se siga manifestando. "El restaurador debe ser muy cuidadoso y autocrítico respecto de su propuesta, con el fin de evitar que su intervención provoque daños en la obra", resume. Las nuevas tecnologías, señala, ayudan a cumplir este objetivo, ya que permiten concretar actualizaciones tecnológicas con intromisiones mínimas. En cuestiones de arquitectura, parece, se trata siempre de encontrar el equilibrio.
Fuente: Cronista
Link: http://www.cronista.com/realestate/En-manos-de-los-restauradores-20160728-0003.html
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