"Si quieren hacer cosas que trasciendan, no piensen en ustedes, piensen en la gente.” Esta era una de las afirmaciones que más sólidamente escuchábamos de boca de Fermín Estrella. Y no eran sólo palabras: esa frase resumía la manera en que actuó en su vida personal y en el desarrollo de su carrera profesional como arquitecto. Sus palabras siguen presentes en muchos de quienes lo conocimos y tuvimos la posibilidad de trabajar con él.
Luego de su fallecimiento, el 2 de diciembre pasado, su enseñanza y su práctica continúan vigentes. Es que Fermín Estrella fue un arquitecto que supo conjugar el conocimiento disciplinar, la experiencia, la innovación y creatividad. Todo esto con la grandeza de quien siente que siempre está aprendiendo; con un gran espíritu de entrega y compromiso total hacia la gente.
En su extensa producción hay muchos ejemplos en ese sentido. Parte de su carrera se desarrolló en México, donde vivió exiliado durante la dictadura, entre 1976 y 1983. En ese país realizó y construyó planes y proyectos especiales de vivienda social participativa, educación y equipamiento social, urbano y rural. Fue diseñador de las llamadas “Tecnologías Nacionales de Industrialización Adecuada”, con énfasis en el diseño sistematizado, ecotécnicas y planeamiento. Su destreza estaba basada en estrategias de diseño participativo, racionalidad constructiva y reducción de costos, siempre al servicio de las necesidades populares.
A través de su producción, Fermín sentó las bases para pensar la arquitectura como un elemento que funcione a modo de plataforma en la generación de comunidad. Por eso siempre puso énfasis en la participación de la gente, aquellos quienes son los que habitan las viviendas y pueblan las escuelas de docentes y alumnos. Estaba convencido que la comunidad y la gente son los verdaderos promotores de los cambios revolucionarios.
Desde sus inicios, como el gran arquitecto social que era, entendió el rol profesional desde otro lugar. Fue un luchador destacado de la generación formada en los 60 y 70 en Argentina, un promotor del “urbanismo social”, cuyos faros eran la lucha por el derecho a la tierra y a la vivienda de los sectores populares. Su impronta innovadora y al servicio del pueblo se puso de manifiesto en sus experiencias en el campo de la vivienda popular. Y quedó plasmada en su última intervención con la comunidad: estamos cumpliendo un año de la ocupación del predio denominado Barrio Papa Francisco (Villa Lugano-CABA), en el cual Fermín trabajó en la Propuesta de Programa de saneamiento, construcción de viviendas, y centros comunitarios, realizado junto al equipo del Taller Libre de Proyecto Social de la FADU-UBA (del cual era profesor titular honorario), que luego se tomó como base para un proyecto de ley presentado en la Legislatura (www.tlps.com.ar). En ese barrio compartió jornadas de trabajo con las familias necesitadas, a quienes trataba de igual a igual, no como el del “arquitecto” que desde arriba les dice cómo tienen que vivir. En el Barrio Papa Francisco, Fermín enseñó y aprendió.
Ese es uno de esos barrios y/o villas que Fermín denominaba “pueblos emergentes”, que crecían dentro de la ciudad como consecuencia de la emergencia habitacional producida por la crisis social que viven las miles de personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas de vivienda, sometidos a las nuevas formas de urbanismo inmobiliario que profundizan la desigualdad en la ciudad. Fermín entendía que esa ciudad de crecimiento espontáneo posee una vitalidad extraordinaria, que articulada con asistencia social, financiera y profesional, podría producir un crecimiento armónico y orgánico de esos sectores de la ciudad, que llevaría a la integración territorial, lejos de la estigmatización permanente.
Nunca se rindió ante la necesidad de generar los cambios sociales, aceptando el desafío académico y profesional de buscar un nuevo camino para resolver y construir un proyecto junto con la comunidad afectada. Pensando en nuevos barrios y no en villas, que puedan construirse con el trabajo genuino de los propios habitantes, con posibilidades alternativas de resolución, arraigadas en la historia y la experiencia que tienen nuestro pueblo y los docentes y profesionales de nuestro país. Creyendo en la posibilidad de un crecimiento urbano inclusivo, donde los habitantes estigmatizados pasen a ser ciudadanos reconocidos de nuestras ciudades.
Fermín ha sido un constante promotor y difusor de estas ideas y de las herramientas para ponerlas en práctica. Lo ha hecho principalmente entre los jóvenes, en el constante intercambio con los centros de estudiantes tanto de la FADU-UBA como en la FAU-UNLP.
Era uno más entre ellos, humilde y con deseos de transmitir su experiencia y ansioso por seguir aprendiendo de los profesionales noveles y del pueblo y sus procesos. Afirmaba que “nadie puede cambiar la realidad si no la conoce”. Entonces, en su memoria, hay que empezar por conocerla. Somos muchos los que hemos aprendido ese camino con Fermín; y somos muchos los que lo estamos continuando.
Fuente: Clarín
Link: http://arq.clarin.com/arquitectura/arquitecto-pobres_0_1334870339.html
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