jueves, 9 de agosto de 2012

Ruido en la autopista

Las porteñas, inauguradas en 1980, podrían silenciarse con una inversión no muy grande.


Las autopistas urbanas no nos preocupan demasiado porque nos acostumbramos a “no verlas”, como “no vemos” la lamparita colgada en nuestro dormitorio después de dos años de la mudanza. La autopista es igual, ya nadie ve el espantoso desgarramiento urbano que produjeron. Y sin embargo, ahí está, surcando el sur de la ciudad de lado a lado y molestando a un montón de gente que convive con el ruido, la suciedad y el abandono que producen a su paso.

Lo peor es que no todos sufren de igual modo el destrozo que produce una autopista elevada. Fijate el desastre de la 25 de Mayo en sus 17 kilómetros de largo. Ahora, comparalo con el coqueto arreglo que le hicieron, hace décadas, a la parte de abajo de la 9 de Julio, cuando se convierte en la Autopista Illia, elevada para cruzar Avenida del Libertador. Allí se decoró la autopista con enredaderas y plantas para ocupar el bajo autopista con restaurantes y negocios de elegancia, acordes con el barrio.

Ahora, hay quienes piensan que las autopistas están bien y no les interesa la estética. Pero tendrían que aceptar que destruyen el paisaje urbano y, sobre todo, que generan más ruido del que puede aceptar la gente que vive al lado.

En junio pasado se cumplieron 25 años del llamado a licitación para construir las Autopistas Urbanas y, a pesar del tiempo transcurrido, todavía no se instalaron las barreras sonoras que podrían proteger a los vecinos del ruido y de los objetos que caen de tanto en tanto. El caso es gracioso si no fuera trágico. Hace no menos de 12 años, José Barragán, un vecino de Constitución que vivía junto a la autopista, se cansó de tener que gritarle a la mujer y sus chicos para que lo escucharan y solicitó un recurso de amparo para que AUSA, la empresa concesionaria de la 25 de Mayo, solucionara el problema. Lo primero que le dijeron fue que había que constatar el problema y fueron a medir el ruido. Fijate que se considera que un ruido de 80 decibeles es lesivo para el oído humano. Un poco menos, no, pero es igual de molesto. El asunto es que vos sabés como funcionan estas cosas: recurso de amparo del damnificado, se expide la Defensoría del Pueblo, primera resolución del juez, recusación del juez por la empresa, pruebas van, pruebas vienen, que pin, que pan, que pun... el tema es que las barreras acústicas que podrían mejorarle la vida a Barragán y a muchos otros, doce años después, todavía no aparecen.
Ya es de una cuestión de buena voluntad, porque no es ni un problema técnico, ni urbano, ni económico. Una barrera de sonido es una pared que debe estar a lo largo de la autopista y, según los expertos, debería tener una altura igual a la décima parte del ancho de la autopista. En la 25 de Mayo, unos 3 metros, más o menos. Ahora, el albañil que trabajó en casa te hace una pared de 3 por 3 metros, con materiales y todo, por $ 4.500. Claro que no te va a hacer los 32 kilómetros ida y vuelta de la autopista, pero ponele que una empresa te construya una barrera de sonido bien bonita, de metal y cristal, por el precio que mi albañil te hace una pared doble de ladrillo a la vista, todo eso podría costar unos $ 48 millones. Una fortuna ¿no? Ahora pensá que todos los días pasan unos 170 mil autos. Son unos, ponele, 62 millones de autos anuales. Si le pedís a cada uno de esos conductores que deje 1 peso para la barrera de sonido, la pagás en un año. Si tenés en cuenta que desde 1980 están pasando autos todos los días, ya podríamos haber construido las paredes y el techo, sin contar que podríamos haber reproducido en todos lados el mismo coqueto paisaje que tiene la calle Posadas entre Cerrito y Carlos Pellegrini, cuando pasa debajo de la autopista. Una linda solución para los 100 barrios que también son porteños.

Fuente: ARQ Clarin

Link: http://arq.clarin.com/urbano/autopista-hace-ruido_0_751724931.html

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jueves, 9 de agosto de 2012

Ruido en la autopista

Las porteñas, inauguradas en 1980, podrían silenciarse con una inversión no muy grande.


Las autopistas urbanas no nos preocupan demasiado porque nos acostumbramos a “no verlas”, como “no vemos” la lamparita colgada en nuestro dormitorio después de dos años de la mudanza. La autopista es igual, ya nadie ve el espantoso desgarramiento urbano que produjeron. Y sin embargo, ahí está, surcando el sur de la ciudad de lado a lado y molestando a un montón de gente que convive con el ruido, la suciedad y el abandono que producen a su paso.

Lo peor es que no todos sufren de igual modo el destrozo que produce una autopista elevada. Fijate el desastre de la 25 de Mayo en sus 17 kilómetros de largo. Ahora, comparalo con el coqueto arreglo que le hicieron, hace décadas, a la parte de abajo de la 9 de Julio, cuando se convierte en la Autopista Illia, elevada para cruzar Avenida del Libertador. Allí se decoró la autopista con enredaderas y plantas para ocupar el bajo autopista con restaurantes y negocios de elegancia, acordes con el barrio.

Ahora, hay quienes piensan que las autopistas están bien y no les interesa la estética. Pero tendrían que aceptar que destruyen el paisaje urbano y, sobre todo, que generan más ruido del que puede aceptar la gente que vive al lado.

En junio pasado se cumplieron 25 años del llamado a licitación para construir las Autopistas Urbanas y, a pesar del tiempo transcurrido, todavía no se instalaron las barreras sonoras que podrían proteger a los vecinos del ruido y de los objetos que caen de tanto en tanto. El caso es gracioso si no fuera trágico. Hace no menos de 12 años, José Barragán, un vecino de Constitución que vivía junto a la autopista, se cansó de tener que gritarle a la mujer y sus chicos para que lo escucharan y solicitó un recurso de amparo para que AUSA, la empresa concesionaria de la 25 de Mayo, solucionara el problema. Lo primero que le dijeron fue que había que constatar el problema y fueron a medir el ruido. Fijate que se considera que un ruido de 80 decibeles es lesivo para el oído humano. Un poco menos, no, pero es igual de molesto. El asunto es que vos sabés como funcionan estas cosas: recurso de amparo del damnificado, se expide la Defensoría del Pueblo, primera resolución del juez, recusación del juez por la empresa, pruebas van, pruebas vienen, que pin, que pan, que pun... el tema es que las barreras acústicas que podrían mejorarle la vida a Barragán y a muchos otros, doce años después, todavía no aparecen.
Ya es de una cuestión de buena voluntad, porque no es ni un problema técnico, ni urbano, ni económico. Una barrera de sonido es una pared que debe estar a lo largo de la autopista y, según los expertos, debería tener una altura igual a la décima parte del ancho de la autopista. En la 25 de Mayo, unos 3 metros, más o menos. Ahora, el albañil que trabajó en casa te hace una pared de 3 por 3 metros, con materiales y todo, por $ 4.500. Claro que no te va a hacer los 32 kilómetros ida y vuelta de la autopista, pero ponele que una empresa te construya una barrera de sonido bien bonita, de metal y cristal, por el precio que mi albañil te hace una pared doble de ladrillo a la vista, todo eso podría costar unos $ 48 millones. Una fortuna ¿no? Ahora pensá que todos los días pasan unos 170 mil autos. Son unos, ponele, 62 millones de autos anuales. Si le pedís a cada uno de esos conductores que deje 1 peso para la barrera de sonido, la pagás en un año. Si tenés en cuenta que desde 1980 están pasando autos todos los días, ya podríamos haber construido las paredes y el techo, sin contar que podríamos haber reproducido en todos lados el mismo coqueto paisaje que tiene la calle Posadas entre Cerrito y Carlos Pellegrini, cuando pasa debajo de la autopista. Una linda solución para los 100 barrios que también son porteños.

Fuente: ARQ Clarin

Link: http://arq.clarin.com/urbano/autopista-hace-ruido_0_751724931.html

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