Un grupo de entusiastas deportistas nos espera en La Boca para recorrer el Riachuelo a remo. Sí, a remo. Ninguno tiene menos de 50 años, la mayoría promedia los 60. Son los últimos remeros del Riachuelo, un puñado de románticos que resisten como los 300 espartanos en las Termópilas. Pero enfrente no tienen al ejército del persa Jerjes I, el enemigo de los herederos del Club de Regatas Almirante Brown es el olvido, la contaminación y los intentos de limpiar a uno de los ríos más contaminados del mundo para convertirlo en un espejo de agua intocable.
“Queremos que el Riachuelo vuelva a tener un uso recreativo y productivo”, explica Roberto Naone, activo socio del club y con varias décadas remadas en las densas aguas que separan Avellaneda de Buenos Aires. “Remando el Riachuelo, lo depuramos oxigenando sus aguas”, reza como un credo cada uno de los e-mails que Roberto envía convertido en virtual jefe de relaciones públicas del club.
Mientras el bote alcanza el agua, Vicente Cerrone me muestra su carnet del club: Socio N° 128; año 1958. De apariencia atlética, barba y pelo apenas entrecanos, Vicente debe estar rondando los 70 y no se nota para nada. “Soy el socio más viejo del club”, se jacta. Algo mayor, en un costado, Juan Carlos Pérez, nos mira en silencio. Es una de las glorias del Brown, campeón argentino en 1963 en la categoría Dos largos con timonel, con el tiempo, pasó a ser instructor de muchos de los que hoy nos reciben.
El bote desciende hasta las oscuras aguas y se acomoda con la asistencia de todos. Naone nos aclara cómo será el paseo: “Ahora sólo podemos ir hasta el Puente Avellaneda (en la Boca del Riachuelo) y hasta el viejo puente del ferrocarril (una estructura metálica a 800 metros de la Vuelta de Rocha)”. Ese es el máximo recorrido que autoriza el juez que vela por la recuperación del curso de agua.
Lejos quedaron los días en que los remeros del Almirante Brown llegaban a la desembocadura, visitaban el mítico Puerto Piojo de Dock Sud o se adentraban en el Riachuelo. “Siempre terminábamos empetrolados”, asegura Pérez. “Decime Tato, todos me conocen por Tato”, suelta y asegura que el Riachuelo está mucho mejor, pero añora la época en que estaba lleno de barcos, con trabajadores de distintas nacionalidades construyendo embarcaciones día y noche.
Soy el último en subir al bote, los cuidados son extremos. Todos notan mi inexperiencia y redoblan las precauciones. Antes subieron Javier Fernando Lácovich y Roberto Bordoli, los remeros. Mi misión es sencilla: timonear. Aún así, casi nos hago encallar en un banco de arena. “Ese señor que viste allá, Tato, nos entrenaba –me dice Bordoli mientras rema hacia el Puente Avellaneda–. Salíamos en un bote de 40 centímetros de manga... de ancho (me explica) y nos hacía cambiar de lugar en el agua”.
Una lancha de Prefectura se acerca para recordarnos que no podemos ir mucho más allá. Pegamos la vuelta y me piden que encare para el puente ferroviario. “Hace unas semanas, cumplimos 90 años, el club fue fundado un 25 de mayo de 1925”, dice Boraldi, el remero dos, el que marca el ritmo, y agrega que son el último club de remo del Riachuelo. “Quedamos como los únicos porque el Regatas Avellaneda descartó el deporte el año pasado”, afirma.
Hace 4 décadas, el Brown y el Avellaneda eran el River-Boca del remo riachuelense, tanto que Lácovich, el remero uno de nuestro bote, se fue por unos años al otro club y tuvo que esperar para volver.
Llegamos al puente metálico y pegamos la vuelta. Los experimentados remeros no muestran cansancio. El Riachuelo ya no tiene su mítico olor a podrido, el agua está mas limpia. “Está mejor –me asegura Tato cuando volvemos–, hasta se ven tortugas”.
En los 60, el Almirante Brown recibió un golpe mortal, la sede ubicada en Manuel Estévez 985, Dock Sud, perdió su salida al río. Fue durante la construcción de la Autopista Buenos Aires-La Plata, entonces Acceso Sudoeste. “Salíamos remando unos 500 metros por el arroyo Maciel, el convenio con la autopista fue que iban a conservar un curso de agua, pero pusieron dos caños grandes y chau”, explica Naone. Fue esa época cuando emigraron varios valores del Brown, como Tato que se fue al Regatas Hispano Argentino, en el Tigre, y obtuvo sus máximos lauros. Ese fue el fin abrupto de la época de oro del club, con figuras como Eduardo Petras, múltiple campeón de remo en bote dos largos con y sin timonel, que no llegó a participar de los Olímpicos de Londres (1948) por no tener la ciudadanía argentina a tiempo, era griego. Hace pocos años, el arroyo fue entubado en su totalidad y el club usurpado. Hoy, los remeros del Riachuelo hacen pie en otros clubes pero buscan recuperar su lugar.
Fuente: Clarín
Link: http://www.clarin.com/ciudades/Riachuelo-remeros-CRAB_0_1371462874.html
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